Jesulín de Ubrique, encara el final de 2025 con una sensación que llevaba años sin rozar como lo es la del equilibrio. Tras décadas marcadas por errores heredados, deudas inesperadas y decisiones empresariales que amenazaron con diluir una fortuna construida a golpe de faena, el gaditano ha logrado darle la vuelta a su propio destino. Lo hace lejos del ruido taurino y más cerca de un terreno donde, paradójicamente, ya tropezó antes con los negocios.

El nuevo rumbo de Jesulín, un giro que pocos esperaban

Y es que el torero ubriqueño ha aprendido a manejar algo más complejo que un toro bravo: la estabilidad. De este modo, tras superar los altibajos de salud, la presión mediática y las consecuencias de una mala gestión ajena, Jesulín de Ubrique ha puesto orden donde antes solo había incertidumbre. Sus apariciones en televisión, incluyendo su salto a formatos como MasterChef Celebrity o El Desafío, no solo le devolvieron popularidad, sino que reconstruyeron una imagen pública más cercana, y, más rentable.

Jesulín de Ubrique / Antena 3

La realidad es que esta exposición estratégica ha coincidido con un resurgir empresarial sostenido. Su principal bastión está en un sector que en su día fue un quebradero de cabeza para toda la familia Janeiro, el del combustible. Hoy, sin embargo, Taurovox SL, la sociedad que fundó en los años noventa, se ha convertido en su pilar de confianza, con beneficios sólidos, deudas mínimas y una rentabilidad que sorprende incluso a los expertos del sector.

Una recuperación construida desde la experiencia y el aprendizaje

Y es que el pasado pesa, pero también enseña. Durante años, Jesulín arrastró las consecuencias de una gestión temeraria asociada a su padre, Humberto Janeiro. Fueron tiempos de proyectos fallidos, inversiones en agricultura que nunca funcionaron, negocios inmobiliarios que se evaporaron y la dolorosa pérdida parcial de Ambiciones, su finca emblema, tras una deuda con Hacienda que marcó un antes y un después.

Así pues, dejando atrás aquella etapa turbulenta, Jesulín de Ubrique ha optado por centrarse en inversiones prudentes, en estructuras más pequeñas y manejables, y en una imagen pública que, por primera vez en mucho tiempo, juega a su favor. A sus 51 años, el torero convertido en empresario demuestra que la estabilidad no siempre llega en la juventud, a veces llega cuando uno aprende, por fin, a no dejar que otros tomen las riendas de su vida.