La alta sociedad española vuelve a dar de qué hablar, y esta vez el epicentro del escándalo se sitúa en un escenario idílico: las aguas turquesas de las Maldivas. Tamara Falcó, la marquesa de Griñón, decidió compartir en redes su última escapada junto a su esposo, Íñigo Onieva, y su madre, Isabel Preysler, la eterna “reina de corazones”. Pero detrás de las sonrisas y las instantáneas perfectas, se oculta una verdad incómoda: el viaje fue una invitación exclusiva del Four Seasons Resort Maldives, con una cláusula que dejó a Onieva sin margen de maniobra.
El lujoso complejo en la isla privada de Voavah no se conformaba con la presencia de la pareja. Su verdadera apuesta era la figura de Isabel Preysler, cuyo nombre es sinónimo de lujo, elegancia y proyección internacional. La condición era clara: madre e hija debían viajar juntas, sí o sí. Aunque Tamara abrazó la idea con entusiasmo —viendo la oportunidad de reconectar con su madre tras meses de distancia—, la misma condición cayó como un jarro de agua fría sobre Íñigo. El empresario, todavía bajo la sombra de sus sonados escándalos, no deseaba compartir ni un amanecer con su suegra.
Maldivas gratis, pero con tensión familiar incluida
En la superficie, todo parecía un cuento de hadas: villas sobre el agua, cenas bajo las estrellas y actividades acuáticas que rozan la fantasía. Sin embargo, las fuentes cercanas aseguran que el ambiente en privado distaba mucho de ser tan idílico. La relación entre Onieva e Isabel sigue marcada por viejas heridas, sobre todo por los escándalos que mancharon la imagen de la pareja antes de su boda.
Aunque las imágenes publicadas en Instagram mostraban a los tres relajados y sonrientes, la realidad era otra. Onieva y Preysler evitaban pasar tiempo a solas y las conversaciones compartidas eran escasas. El empresario, con menor relevancia mediática que su esposa y su suegra, terminó relegado al papel de acompañante silencioso en una campaña publicitaria que no lo tenía como protagonista.
Un resort de ensueño al alcance de muy pocos
El Four Seasons Resort Maldives en Voavah no es un destino que figure en el catálogo del viajero promedio. Hablamos de una isla privada diseñada para millonarios, diplomáticos y estrellas internacionales. La invitación incluía alojamiento en una villa con piscina infinita, snorkel en arrecifes vírgenes y experiencias gastronómicas exclusivas. Todo, cubierto al cien por cien por el resort, con la única contraprestación de visibilidad en redes sociales.
Tamara, siempre astuta en el manejo de su imagen pública, aprovechó para vender el viaje como una mezcla de “descanso y trabajo”. Su mensaje en redes, cuidadosamente redactado, evocaba el olor a coco, el sonido de las olas y la compañía de “dos de sus personas favoritas”, omitiendo cualquier rastro de tensión familiar. Pero los seguidores más atentos detectaron cierta frialdad en las imágenes grupales. De hecho, no hubo compras, ni salidas más allá del resort, lo que refuerza la idea de que el objetivo era exprimir al máximo la oferta interna del hotel para cumplir con el acuerdo publicitario. Un pacto que, según algunos, tuvo un coste personal para Onieva: pasar días enteros bajo la misma sombra que su suegra, con quien mantiene un vínculo frío y protocolario.