A sus 76 años, Joaquín Sabina sigue siendo el mismo espíritu libre que conquistó los escenarios. En plena gira de despedida, el cantautor de Úbeda no solo emociona con su voz rasgada y sus letras callejeras, también sorprende por sus hábitos culinarios.
Sabina demuestra que su rebeldía no termina en el escenario. La mesa es otro territorio donde mantiene su independencia. Olvida las dietas, ignora las recomendaciones médicas y se entrega a su pasión: los huevos rotos de Casa Lucio.

Joaquín Sabina no renuncia a un buen plato
Este plato emblemático de Madrid no es precisamente un ejemplo de alimentación saludable. Patatas fritas, yemas líquidas y, en ocasiones, jamón ibérico o chorizo conforman un auténtico coctel de grasas, fritura y sal. Para los cardiólogos y nutricionistas, un plato así debería disfrutarse con extrema moderación. Para Sabina, es un placer irrenunciable.
En entrevistas, el artista ha confesado que este ritual gastronómico es casi sagrado. Acompaña sus huevos rotos con un buen vino Rioja y lo disfruta sin prisas, saboreando cada bocado. La receta de Lucio Blázquez, dueño de Casa Lucio, ha conquistado incluso a celebridades internacionales como Will Smith, Tom Cruise o Pierce Brosnan. Según Lucio, la clave está en la materia prima: patatas gallegas, huevos de Ávila y aceite de oliva virgen extra de Jaén. Ingredientes simples, pero capaces de generar un estallido de sabor.

Para Joaquín Sabina, comer es un placer
Los nutricionistas advierten una y otra vez: exceso de frituras, grasas y sal pone en riesgo la salud cardiovascular. Sin embargo, Sabina mantiene su filosofía: comer no solo es necesidad, es también un placer, un acto poético que conecta con sus recuerdos y su vida bohemia. Cada bocado de huevos rotos es un homenaje a la tradición madrileña y a su carácter rebelde.
Los médicos coinciden en algo: el problema no está en probar estos platos, sino en comerlos con frecuencia. Pero para Sabina, la moderación no es una prioridad. Su relación con la comida refleja su personalidad: irregular, intensa y libre. Mientras levanta la copa de Rioja y rompe huevos sobre un lecho de patatas, reafirma su leyenda: ni la edad ni los consejos de los expertos podrán cambiar su estilo de vida.
Así, Sabina demuestra que su despedida de los escenarios no implica renunciar a la disfrute, ni a sus rituales gastronómicos. La mesa, al igual que el escenario, es un lugar donde despliega su arte y su carácter canalla. Cada plato es un símbolo de independencia y pasión por lo cotidiano, transformando lo simple en poesía.
