Pablo Urdangarin vive su mejor momento deportivo. Con apenas 24 años, se ha consolidado como una de las grandes promesas del balonmano español, destacando jornada tras jornada con el BM Granollers. Ha sido MVP, ha firmado una temporada impecable y viene de liderar a la selección universitaria con goles, actitud y mucha solvencia. Todo apunta a que está preparado para dar el salto a la selección absoluta. Sin embargo, ese paso no llega.

A pesar de su progresión, de su rendimiento y de su crecimiento como jugador, Pablo sigue sin ser convocado con los Hispanos. No hay explicación oficial ni argumentos deportivos que lo justifiquen. Y aunque desde el entorno del balonmano se reconoce su potencial, el silencio sobre su ausencia empieza a llamar la atención.

En ese contexto, han surgido especulaciones sobre posibles razones extradeportivas. Algunas voces apuntan a la Casa Real como origen de ciertas reticencias. En concreto, se señala a Felipe VI y a la reina Letizia como figuras que podrían no ver con buenos ojos el regreso mediático del apellido Urdangarin, ahora asociado a un perfil positivo y emergente.

Un apellido que todavía genera incomodidad

El apellido Urdangarin sigue vinculado en la memoria colectiva a uno de los capítulos más delicados para la imagen de la monarquía española. Aunque Pablo no estuvo involucrado en nada de aquello y ha construido su propio camino en el deporte con discreción y profesionalidad, su proyección pública inevitablemente revive ese recuerdo.

Pablo Urdangarin / TV3
Pablo Urdangarin / TV3

Desde el entorno más institucional, se considera que su ascenso a la selección nacional podría poner nuevamente ese apellido en el centro del debate público, algo que no encajaría con la estrategia de perfil bajo que ha seguido la Casa Real respecto a los temas del pasado. Esta posible incomodidad sería, según algunas interpretaciones, el motivo por el que su presencia en la selección absoluta se mantiene bloqueada, pese a sus méritos.

Mientras tanto, Pablo sigue centrado en lo suyo. Entrena, compite y evita cualquier protagonismo fuera de la pista. No ha hecho declaraciones polémicas ni ha mostrado frustración pública. Su entorno, sin embargo, es consciente de que hay barreras que no dependen de su juego.

La situación plantea una incógnita difícil de resolver: ¿cuándo primará lo deportivo por encima de lo simbólico? Porque, si es por talento, Pablo Urdangarin ya ha demostrado estar más que preparado.