En una jugada inesperada, el rey Carlos III ha ordenado retirar el histórico tren real, una decisión que sacude los cimientos emocionales de la realeza británica. Lejos de ser solo una medida de austeridad o modernización, este movimiento toca fibras sensibles al borrar uno de los pocos símbolos históricos que representaban la conexión entre Meghan Markle y la difunta reina Isabel II. El tren, que data del siglo XIX, no era un simple medio de transporte. Fue testigo de momentos íntimos y decisivos en la historia de la familia Windsor. Y en el caso de Meghan, representó su efímero ascenso como figura aceptada dentro del núcleo real. Y es que, en 2018, compartió una noche a bordo de este lujoso tren con la fallecida monarca, lo que muchos interpretaron como una poderosa señal de inclusión. Ahora, ese recuerdo queda relegado al olvido.
La eliminación del tren real: una jugada fría que reabre viejas heridas
La decisión del rey Carlos III de eliminar el tren real no es solo una cuestión de recorte presupuestario. Se trata de una movida que, para muchos, rompe con un símbolo emocional que unía a la duquesa de Sussex con la Corona, puesto que ese viaje nocturno con la reina fue más que una salida protocolaria; fue un gesto de afecto, confianza y reconocimiento. La reina incluso le obsequió unos pendientes como símbolo de bienvenida, gesto que ahora parece diluirse en el humo de las locomotoras jubiladas.
Carlos III, sin embargo, ha sido claro en su discurso: hay que mirar hacia el futuro, cortar con los excesos y dar paso a una monarquía más responsable y eficiente con el medioambiente. Los portavoces del monarca aseguran que el tren ya no cumple una función práctica y que su elevado coste —más de 90.000 euros por viaje reciente— no es justificable ante el escrutinio público. Por ello, consideran más adecuado el uso de helicópteros, que resultan más eficientes y acordes a las necesidades actuales. No obstante, la medida ha desatado una ola de indignación entre sectores conservadores que ven en el tren un emblema de tradición y continuidad.
Una medida que sepulta el único gran gesto de inclusión hacia Meghan Markle
Pero más allá del impacto económico, la retirada del tren real sepulta el único gesto público de aceptación de Meghan por parte de la reina Isabel II. En tiempos de tensión, con los duques de Sussex enfrentados al núcleo duro de Buckingham, este tren era mucho más que un medio de transporte: era un relicario de momentos de relativa calma y unión. Un recuerdo tangible de un breve período de armonía, hoy borrado por decreto.
Para algunos, esta decisión no es inocente. La eliminación de un símbolo tan cargado de significado hacia Meghan podría interpretarse como una forma de distanciamiento calculado. No solo se prescinde de un medio de transporte: se elimina un capítulo completo en la narrativa oficial de la realeza. Un capítulo que mostraba a Markle siendo acogida, aunque fugazmente, en un entorno que más tarde le daría la espalda. Mientras tanto, la decisión sigue alimentando tensiones entre los simpatizantes de Meghan Markle y quienes defienden a ultranza a los representantes de la monarquía tradicional. La duquesa, que ha optado por el silencio ante este asunto, vuelve a convertirse en protagonista involuntaria de una medida que, aunque aparentemente neutral, está cargada de connotaciones personales y políticas.