Letizia hundida una vez más por la agenda oficial. Da igual cuando lo lean. La pandemia ha dejado constancia de que unas realezas europeas corresponden al siglo XXI y otras a épocas feudales, regalando leche y aceite a los pobres. Letizia ha dejado escapar una oportunidad de oro para sacarse el corsé y parecer humana y próxima con la ciudadanía. Y si lo comparamos con lo que han hecho sus homólogas europeas, no ha pasado la prueba del algodón. Como el juego de las 7 diferencias, pero '7' es quedarse corto.
Efe
Si la Corona no sabe, que copie. Pero ni eso. Aburridos de ver a los reyes españoles en el despacho, el blanco y frío de ella, al abigarrado y recargado de él, hace unos días pensaron una nueva performance. No se piensen que es el colmo de la originalidad. Pero también esta propuesta la han exprimido como un limón.
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Como si fuera el juego de las sillas. Qué diferencia, por ejemplo, con las decenas de imágenes que llegan de Holanda. Especialmente de Máxima de Holanda. De una Máxima de Holanda que a pesar de la gravedad de la situación, ha regalado calor y sonrisas a los holandeses. Pero Letizia no sabe reír.
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Las últimas imágenes de la reina holandesa vuelven a ser un uppercut directo al estómago de Letizia. Máxima ha ido a la costa a dar un empuje porque el turismo vuelva a reavivar en su país. Y ahora, ha cogido la bicicleta, se ha puesto un vestido amarillo espectacular y se ha acercado al Museo de Arte de La Haya, que ha reabierto las puertas. Una Máxima sonriente admirando las obras. Igualita que Letizia sentada en su silla en Zarzuela, con su ademán clásico.
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Unas imágenes que contrapuestas, como un espejo, dicen mucho de la una y de la otra.
¿Letizia en bicicleta y vestido amarillo? Esperen sentados... como hace ella todo el rato en Zarzuela.