El silencio de Zarzuela ha vuelto a hablar más que mil comunicados. Lo que comenzó como una apuesta inédita en la historia de la Casa Real, la de nombrar a una mujer civil como secretaria personal de la reina Letizia, ha terminado abruptamente, tras apenas catorce meses, en una salida precipitada, envuelta en rumores, y, según fuentes bien situadas, provocada por un enfrentamiento directo con la Reina.

María Dolores Ocaña, abogada de prestigio y hasta ahora mano derecha de Letizia, ha presentado su dimisión bajo el pretexto de “motivos familiares sobrevenidos”. Una explicación vaga, cuidadosamente medida, pero que nadie se cree a pie juntillas. La versión oficial ha sido tan simple que no ha hecho más que avivar las sospechas: ¿qué ha ocurrido realmente entre Letizia y Ocaña?

El episodio de Paiporta habría sido el punto de no retorno

Detrás del hermetismo institucional se oculta una verdad más cruda. Según ha trascendido, la relación entre ambas, que al principio fue descrita como de “complicidad total”, se fue deteriorando en los últimos meses. El detonante habría sido un episodio tenso en Paiporta, donde un error logístico terminó con la reina embarrada y visiblemente molesta. Lo que debió ser una anécdota sin más consecuencias, se convirtió en una bronca monumental, con reproches en voz alta y un tono poco habitual en los pasillos de la Zarzuela.

Letizia en València con barro / EFE
Letizia en València con barro / EFE

Desde entonces, las cosas no volvieron a ser iguales. Letizia, perfeccionista hasta el extremo, no habría perdonado el fallo, y Ocaña quedó marcada. El distanciamiento fue discreto, pero evidente para quienes trabajaban cerca. De la supuesta simbiosis profesional se pasó a la frialdad, y de ahí, al desencuentro definitivo.

Dimisión ‘forzada’

Fuentes próximas a la institución aseguran que la reina no confía fácilmente, y que cuando esa confianza se rompe, es difícil recuperarla. Ocaña lo intentó, pero la presión interna fue en aumento, agravada por su baja médica reciente, que, aunque breve, dio pie a especulaciones sobre su estado anímico. Todo parece indicar que fue entonces cuando se tomó la decisión final: mejor marcharse que resistir una guerra silenciosa con Letizia.

La salida ha sido disfrazada de renuncia voluntaria, pero en palacio se sabe que ha sido una dimisión forzada. Ocaña, a pesar de sus logros y del hito que supuso su nombramiento, ha aprendido que en el círculo cercano de Letizia no hay lugar para el error. Ni siquiera el pasado compartido ha sido suficiente para salvar su puesto.