En la intimidad del Palacio de la Zarzuela hay gestos que no se enseñan en las fotos oficiales, miradas que no caben en el encuadre de los retratos reales. Uno de ellos es la forma en que Letizia Ortiz desvía la mirada cuando ve las manos de su marido, el rey Felipe VI. A lo largo de los años, esas manos han sido cubiertas con tiritas discretas y ocultadas tras poses calculadas, pero los fotógrafos más atentos han captado lo que la Casa Real lleva tiempo intentando minimizar: el monarca sufre un trastorno crónico compulsivo que incomoda profundamente a la reina.

Desde su juventud, Felipe VI lucha contra la onicofagia, un hábito que va más allá de una simple costumbre nerviosa. Según los expertos, se trata de un desorden impulsivo que lo lleva a morderse las uñas, y en ocasiones incluso la piel que las rodea, hasta dejar heridas visibles, sangrantes o vendadas. Cuando los compromisos institucionales se acumulan, o el clima político se vuelve especialmente tenso, los efectos del trastorno se acentúan. En su círculo más cercano lo saben: cuanto más exigente es el calendario oficial, peor están sus manos.

Felipe manos
Mano de Felipe

Un problema compulsivo que causa asco a la reina Letizia

Pero lo que podría tratarse con la empatía habitual hacia quien padece una compulsión involuntaria, en Zarzuela ha desembocado en desprecio. Letizia no soporta lo que no deja de ser una debilidad antihigiénica. A su lado, siempre impecable, el deterioro físico de las manos del rey le resulta una molestia. No es solo una cuestión estética, sino de salud personal.

Manos Felipe tiritas Europa Press
Manos de Felipe con tiritas / Europa Press

La onicofagia ha derivado en problemas bucales

Letizia ha intentado abordar el tema en privado, sugiriendo repetidamente la necesidad de atención psicológica especializada. Incluso ha propuesto incluir en la agenda del rey sesiones discretas con terapeutas especializados en la materia. Sin embargo, el monarca, más reservado con sus aspectos personales, resiste convertir su compulsión en un asunto institucional.

El problema, sin embargo, no termina en las manos. Las consecuencias dentales del trastorno también se han hecho evidentes. Fotografías tomadas en actos oficiales muestran irregularidades en su dentadura, que algunos atribuyen al daño acumulado por años de morderse uñas y piel.