La princesa Leonor afronta el tramo final de su formación militar. Tras pasar por la Academia de Zaragoza y por la Escuela Naval de Marín, ahora le toca el turno al Ejército del Aire. Será un año intenso, en el que pasará de alférez a teniente. Sin embargo, sus primeros pasos en esta nueva etapa ya han generado polémica.
El Pilatus C-21, el nuevo avión suizo que ha sustituido a los veteranos C-101, es la aeronave con la que los cadetes aprenden a volar. Antes de subirse a la cabina real, todos los alumnos pasan horas en el simulador. Ahí, Leonor ha encontrado sus mayores dificultades. Varios intentos de aterrizaje terminaron en fallo. El simulador marcó colisiones. En otras palabras: la heredera al trono se estrelló.

A la princesa Leonor se le da mal el simulador
Los instructores han intentado suavizar la situación. Alegan que es normal fallar al inicio. Pero la realidad es que sus compañeros de cuarto curso muestran un nivel superior. La diferencia se nota. Y el contraste genera dudas sobre si la hija de la reina Letizia está realmente preparada para afrontar un curso acelerado en el que hará en unos pocos meses lo que otros cadetes completan en varios años.
El plan de estudios es exigente. Incluye materias como Formación Militar General, Psicología, Logística o Técnicas de Mando. Después llega la parte práctica: maniobras aéreas y entrenamientos con el PC-21. El problema es que el simulador ya refleja un obstáculo serio. Leonor no logra controlar la fase crítica del vuelo: el aterrizaje. Y sin eso, resulta imposible operar en condiciones reales.
Sus errores en el simulador han corrido como la pólvora entre los alumnos. No faltan quienes murmuran que es un secreto a voces: La hija del rey Felipe VI no tiene el mismo nivel que sus compañeros. Algunos lo consideran lógico. Otros lo ven como un privilegio injusto. Lo cierto es que la imagen de dificultad contrasta con el mensaje oficial de éxito que transmiten desde el entorno real.

Privilegios reales
En cualquier caso, nada de esto impedirá que la princesa siga avanzando. Aunque se estrelle en el simulador, aunque falle en el aterrizaje, su camino está marcado. El uniforme, las medallas y el ascenso llegarán igual. Porque más allá de sus capacidades como piloto, lo que realmente cuenta es el trono de España. Y para eso, el sistema ya la ha blindado.
Porque en este sentido, la disciplina en la academia no es la misma para todos. Con la princesa se aplica un itinerario particular. No hará los cinco cursos completos. Tampoco se le exige destacar en pruebas físicas ni en exámenes teóricos. Aun así, recibirá las máximas condecoraciones. El sistema ya está diseñado para que alcance el grado necesario y, en el futuro, asuma el mando supremo de las Fuerzas Armadas.