Durante los veranos en Mallorca, el yate Fortuna se convirtió en uno de los escenarios más habituales de la vida de Juan Carlos I. En ese barco, el entonces rey disfrutaba de jornadas de navegación, comidas y reuniones con su círculo de confianza. Entre los asistentes habituales estaba Pedro Salas, uno de sus amigos más cercanos, que ayudaba a organizar las salidas al mar. El objetivo de estas travesías era, según se cuenta, alejarse de la costa para disfrutar de mayor intimidad y evitar las miradas de curiosos o fotógrafos.
En esas mismas fechas, la reina Sofía se encontraba en la isla y en algunas ocasiones recibía información sobre la ubicación exacta del yate. Esos avisos le permitían desplazarse en su propia embarcación, una lancha llamada ‘Somni’, junto a sus escoltas, con la intención de presentarse de manera inesperada en el Fortuna. La escena, descrita en diferentes relatos, daba pie a situaciones tensas en alta mar.
La escena que se describe
Según estas narraciones, cuando alguien alertaba a Juan Carlos I de la inminente llegada de la reina, el rey reaccionaba con rapidez. El testimonio que circula señala que, en esos momentos, pedía que la mujer que lo acompañaba abandonara el barco para evitar un encuentro incómodo. La forma de hacerlo, tal y como se ha contado, era directa: la persona era arrojada al mar desde la cubierta del Fortuna.

Una vez que esto ocurría, entraba en escena la Guardia Civil. Las versiones de aquella etapa apuntan a que los agentes, que normalmente tenían prohibido acercarse al yate, intervenían en estas situaciones concretas para rescatar del agua a quienes habían saltado –o habían sido lanzadas– al mar. De esa manera, la llegada de la reina Sofía se producía sin que a bordo quedaran testigos indeseados de la escena.
Los veranos del Fortuna
Estas descripciones sitúan los hechos en un contexto de veranos intensos en Mallorca, cuando el rey alternaba actos oficiales, salidas públicas y encuentros privados en el mar. El Fortuna, símbolo del estilo de vida del monarca en aquellos años, servía de refugio, lugar de ocio y, en algunos momentos, escenario de estas situaciones llamativas en las que todo parecía desarrollarse con una coordinación muy medida: aviso, reacción inmediata, salto al agua y rescate.
Cinco décadas después de aquellas imágenes del rey navegando por aguas baleares, este capítulo sigue contándose como parte de la historia de aquel barco y de la vida del emérito. Los relatos describen con detalle una dinámica que involucraba a la reina Sofía, al círculo cercano del rey y a la Guardia Civil, que acababa participando de forma inesperada en esas jornadas de verano. Un episodio que, aún hoy, sigue siendo recordado cuando se habla del Fortuna y de los veranos del rey en Mallorca.