El rey Juan Carlos I se encuentra en una etapa crucial de su vida, donde la preocupación por la muerte y el legado que dejará tras su fallecimiento empieza a pesar tanto como sus conocidos problemas de salud. A sus 87 años, el ex monarca vive con el temor de no solo morir fuera de España, sino también de no descansar eternamente en el lugar que él considera legítimo y simbólico de su posición: el Monasterio de El Escorial.
Desde su exilio en Abu Dabi en 2020, impuesto de forma indirecta por su hijo Felipe VI, Juan Carlos I ha pasado a un segundo plano en la vida institucional del país. Las polémicas por su fortuna, su amistad con Corinna Larsen, las investigaciones fiscales y la presión mediática forzaron su salida, tras una abdicación en 2014 que marcó el fin de una era. Sin embargo, el rey emérito nunca ha renunciado del todo a su condición de figura clave en la historia reciente de España, y por ello exige que su sepultura esté a la altura de su papel histórico.
Juan Carlos I quiere ser enterrado en El Escorial
El lugar escogido por Juan Carlos I no es otro que el Panteón de los Reyes en El Escorial, donde descansan otros monarcas españoles de la Casa de Austria y Borbón. Para él, ser enterrado en ese mausoleo real representa un símbolo de pertenencia y legitimidad. No obstante, el espacio ya está completo, y eso ha desatado un nuevo conflicto entre el emérito y el Estado.

Ante esta imposibilidad, el Gobierno español ha ofrecido dos alternativas: la Catedral de La Almudena, en pleno Madrid, y un espacio a habilitar dentro del Palacio Real. Ambas opciones permitirían realizar funerales solemnes y con todos los honores, pero ninguna convence al emérito. No se corresponden con lo que cree que merece.
Juan Carlos I rechaza las alternativas propuestas por el Gobierno
Para el emérito, ser enterrado en otro lugar sería un acto de desprestigio y deshonra, una forma de borrar su legado o relegarlo a un segundo plano, en la línea del aislamiento institucional que ha vivido desde su salida del país. Es por eso que ha llegado incluso a proponer reformas estructurales dentro del Monasterio de El Escorial, buscando que se le haga un sitio, aunque sea necesario modificar la cripta o ampliar el recinto.

Mientras tanto, Felipe VI y la reina Letizia se mantienen en silencio. Ambos son conscientes del desgaste que provoca cualquier movimiento relacionado con el emérito. Letizia, en particular, desea evitar a toda costa que la figura de su suegro interfiera en la imagen del futuro reinado de su hija la princesa Leonor, y por eso defiende una despedida más sobria y privada, lejos de lo que pretende el emérito.