A sus 87 años, Juan Carlos I se encuentra en una etapa de su vida en la que la longevidad y la historia se entrelazan de manera inevitable. Con una vida marcada por el reinado que inició en 1975 y que concluyó en 2014, acumulando 39 años en el trono, se posiciona como uno de los monarcas más longevos de la historia de España. Si hubiera continuado en el cargo, quizás su salud habría enfrentado aún mayores desafíos, dado el peso del tiempo y las circunstancias. Lo cierto es que, en la actualidad, su estado no es el más alentador.
Juan Carlos I, a lo largo de su vida, ha pasado por más de 15 intervenciones quirúrgicas conocidas. Entre ellas, destacan operaciones por apendicitis, lesiones en la rodilla tras fracturas, luxaciones de cadera, prótesis en la rodilla, procedimientos cardíacos, entre otras. Sin duda, estos episodios reflejan los efectos del paso del tiempo y las dificultades que ha enfrentado en su salud física. Sin embargo, a pesar de su avanzada edad, el padre del rey Felipe VI continúa intentando mantener una imagen de fortaleza y vitalidad, negándose a aceptar que su cuerpo le está diciendo basta.
Lo que solo su familia y círculo más cercano conocen es que el rey emérito está enfrentando una enfermedad crónica mucho más grave: la artrosis.
Juan Carlos I tiene la enfermedad que acabó con la vida de su madre
La artrosis degenerativa suele afectar a personas de edad avanzada, se produce por el deterioro progresivo del cartílago. Sin esta protección, los huesos rozan entre sí, inflamándose y causando dolores intensos que pueden limitar severamente la movilidad. En el caso del rey emérito, esta afección reumática afecta principalmente sus extremidades inferiores, dificultando su caminar con normalidad y poniendo en riesgo su independencia.
Lo más inquietante de esta situación es que la artrosis fue también la causa de la muerte de su madre, María de las Mercedes de Borbón, a principios de siglo. La historia parece repetirse, y aunque el rey no ha querido rendirse ante esta realidad, ha recurrido a tratamientos modernos en clínicas de Abu Dabi y Suiza. No obstante, los resultados no han sido los esperados, y la enfermedad sigue avanzando silenciosamente.
A pesar de todos los estragos que pueda ocasionar este padecimiento, el aristócrata no quiere que su recuerdo en estos años se vea afectado por su condición física. Hace esfuerzos por caminar por su cuenta cuando las cámaras lo capturan o cuando hay público presente. No desea que los escoltas empujen su silla de ruedas constantemente ni que lo vean como un anciano débil. Su espíritu de lucha y su deseo de seguir participando en actividades, como las regatas, reflejan su voluntad de mantenerse activo y en control, pese a la evidencia de su vejez y los golpes que la enfermedad le propina.
La historia de Juan Carlos I es un recordatorio de que incluso los monarcas más fuertes y emblemáticos enfrentan los desafíos del tiempo y la afección en silencio, reservando solo para sus seres más cercanos la batalla que libran día a día.