La imagen de Juan Carlos bajando de un yate en su escondrijo de Abu Dhabi, impedido y apoyado sobre dos escoltas, ha conseguido el efecto deseado entre su parroquia. Si los 'juancarlistas' ya exigían la vuelta del d-emérito desde el mismo momento que se largó de España para eludir la posible acción de la justicia, ahora que lo han visto decrépito van embalados. Y aunque, en muchas ocasiones, su fan número 1 se había quedado sin argumentos para defenderlo, el veterano cronista real Jaime Peñafiel no puede contener sus impulsos. La fotografía le hace quemar por dentro. Y no hay mejor defensa que un ataque brutal, que es el que ha hecho en su columna semanal de El Mundo. Las víctimas, las de siempre: Felipe, el hijo Rey, y la esposa, Sofía.
Jaime habla repetidamente de "lágrimas de sangre": las que cree que habrá vertido su hijo al ver el estado del padre a 7.500 kilómetros. Lo señala como el gran responsable (junto con el Presidente Sánchez y, sin nombrarlos, sus socios de Podemos) de lo que considera un castigo inhumano, una "venganza". La de Felipe, por haber puesto la monarquía contra las cuerdas, pero también la de Sofía: "celebraron con indiferencia el cruel abandono" marchándose de vacaciones a Palma y "comprando cremas" en un centro comercial. El odio contra la griega es total, recordando promesas incumplidas como "mi vida es la vida del Rey. No tengo otra vida", y los episodios de crisis en los que estuvieron a punto de divorciarse: "jódete, que no puedes". La dibuja abrazada a la Corona al precio que sea: por ejemplo, soportando las humillaciones e infidelidades de Borbón. Y ahora que Juan Carlos está en su peor momento, todo liga: la revancha está servida.
El periodista se alinea con la teoría del ensañamiento contra el que considera, prácticamente, un ciudadano como el resto de mortales. Si así fuera, habría pagado hace mucho tiempo sus fechorías. Y no lo hizo, ni lo ha hecho, porque se lo considera un ser especial, un Rey. De eso no se habla en el texto. Sí acaba, claro, con las mencionadas lágrimas de sangre, en caso de que el padre y el marido muera lejos de casa, en "el exilio", tal y como nació. Eso sí "todavía les queda algún sentimiento".