El nacimiento de Jacques y Gabriella en diciembre de 2014 no solo trajo alegría al Principado de Mónaco, sino que también abrió una herida histórica: la eterna lucha por el trono. Con más de una década de vida, los hijos de Alberto II y Charlene ya son protagonistas indiscutibles en los actos oficiales, pero su futuro está marcado por una legislación que los separa y por un destino que podría convertirlos en rivales silenciosos.
Mientras Jacques está destinado a convertirse en príncipe soberano, Gabriella, quien nació dos minutos antes, deberá conformarse con ser “la hermana del heredero”. Esta situación, dictada por la Ley Agnaticia, no solo divide opiniones entre los monegascos, sino que reaviva los rumores de tensiones en el palacio. ¿Podrán los mellizos mantener la unión familiar o se avecina una fractura en la casa Grimaldi?
La Ley Agnaticia: una norma que alimenta tensiones entre Jacques y Gabriella
En Mónaco, las normas de sucesión no entienden de igualdad de género. A pesar de haber nacido antes, Gabriella no puede aspirar al trono, ya que la Carta Magna del Principado establece que la Corona debe recaer sobre el descendiente varón, aunque sea menor por minutos. Esta ley, reformada por última vez en 2002, sigue protegiendo una tradición que muchos consideran obsoleta y que ya genera debate entre los residentes del país.
La situación es aún más llamativa porque Gabriella y Jacques han crecido en una exposición mediática constante, acompañando a sus padres en compromisos oficiales y mostrando una complicidad que, según allegados, empieza a verse afectada por la diferencia de trato. Para los monárquicos más conservadores, esta jerarquía es intocable. Sin embargo, hay sectores que claman por una reforma que dé a Gabriella un papel más relevante, incluso en un futuro reparto de funciones oficiales.
Los mellizos frente al legado de los Grimaldi: ¿unidad o ruptura dinástica?
Las comparaciones con otras ramas de la familia son inevitables. Antes de que nacieran los mellizos, los hijos de Carolina de Mónaco –Andrea, Carlota y Pierre– eran los principales candidatos a heredar. Su exclusión temporal de la línea de sucesión, por irregularidades matrimoniales, generó una tormenta mediática que aún se recuerda. Ahora, la atención se centra en si Gabriella asumirá con naturalidad su rol secundario o si, por el contrario, buscará destacar y dejar su propia huella en la historia familiar.
Desde el palacio, Alberto II ha insistido en que desea ver a sus hijos unidos, asegurando que Gabriella será el mayor apoyo de Jacques. Sin embargo, fuentes cercanas a la familia aseguran que la princesa Charlene estaría presionando para que su hija tenga más visibilidad y no quede relegada a un papel meramente decorativo. En medio de estas tensiones, la prensa europea ya especula sobre un posible distanciamiento entre los mellizos conforme crezcan y asuman más responsabilidades públicas.
Lo que está claro es que, mientras Jacques se prepara para ser el futuro soberano de Mónaco, Gabriella tendrá que encontrar su propio camino en un principado que, a pesar de su modernidad, todavía se rige por leyes arcaicas. Y aunque Alberto II intente mantener a sus hijos unidos, todo apunta a que la próxima generación de los Grimaldi podría protagonizar una de las rivalidades más comentadas de la realeza europea.