La infanta Elena se ha convertido en la sombra de Juan Carlos I. Desde que vive en Abu Dabi y se ha hecho tan mayor no se separa de él en ningún momento y le apoya en cada una de sus decisiones, aunque en ocasiones eso suponga encararse con Felipe VI. Nunca ha estado de acuerdo con las decisiones del monarca respecto a su padre. Ella no le hubiese abdicado nunca, de hecho reformó su casa para adaptarla a una persona con movilidad reducida. Ahora han vuelto a enfadarse porque cree que el emérito debería estar presente en la celebración de los 50 años de la monarquía, ya que con cuatro décadas a sus espaldas él es el gran protagonista.

Cada vez que plantea su regreso, la respuesta de Felipe VI es siempre la misma: un “no” rotundo, sin espacio para negociación. Vivir en Zarzuela o siquiera en Madrid, ni se contempla. Esa negativa constante ha erosionado aún más una relación que ya venía marcada por la frialdad.
Molesto, el antiguo monarca ha encontrado su manera de volver a escena. Primero fue la demanda contra Miguel Ángel Revilla, un movimiento que muchos interpretaron como una jugada para volver a ocupar titulares. Después, su decisión de ceder sus memorias a una periodista francesa, para dejar su versión escrita antes de que otros la cuenten por él. Juan Carlos quiere ser recordado como el hombre que reinó, no como el rey que fue apartado.
Y lo cierto es que, aunque en Zarzuela no gusten sus pasos, ha logrado salirse con la suya: instalarse en Portugal. No es España, pero está lo suficientemente cerca como para sentirla. Apenas una hora de vuelo le separa de Madrid, y otro tanto de la frontera por carretera. Los médicos ya habían advertido que sus dolencias y su edad avanzada no le permiten viajes tan largos como los de Abu Dabi, y eso fue el argumento perfecto para su mudanza.
Felipe VI no quiere que Juan Carlos I esté presente en los 50 años de la muerte de Franco
Sin embargo, el emérito sigue pidiendo más. No se conforma. Ahora quiere asistir al acto conmemorativo por los 50 años de la muerte de Francisco Franco. Una cita con más de un centenar de eventos oficiales organizados por el Gobierno, pero a la que Zarzuela prefiere no verle aparecer. Felipe VI teme una imagen que vuelva a vincular a la Corona con el pasado más oscuro de España. En la Casa Real hay orden clara: mantener las distancias con cualquier símbolo que recuerde al dictador.
A todo esto se suma la inquietud por la inminente publicación de sus memorias, que saldrán bajo el sello de Planeta en noviembre. El actual monarca sabe que cada palabra escrita por su padre puede convertirse en un terremoto mediático. Por eso, desde el Palacio se repite el mensaje prudente de siempre: “Cuando llegue el momento, se comunicará lo que se tenga que comunicar”. Pedro Sánchez, mientras tanto, se mantiene al margen. Sabe que el peso de esta decisión no es político, sino familiar. Y que cualquier paso en falso podría volver a dividir al país entre los que veneran al rey caído y los que prefieren no volver a verle.
