La infanta Elena, primogénita de los reyes eméritos Juan Carlos I y Sofía, ha sido durante décadas una figura reconocida en la vida pública española. Su papel dentro de la familia real y su presencia constante en los medios la convirtieron en un personaje conocido por todos. Sin embargo, existe un aspecto de su vida que ha permanecido en las sombras: un trastorno psicológico que arrastra desde la adolescencia y que ha influido de manera directa en su estabilidad emocional y económica.

Desde joven, la infanta comenzó a mostrar signos de comportamiento compulsivo, particularmente relacionado con las compras impulsivas. Este patrón de conducta se hizo evidente durante sus años de formación en el Palacio de la Zarzuela, donde pasaba largas horas viendo programas de teletienda. Allí desarrolló una atracción particular por productos de belleza, salud y pérdida de peso, que adquiría de forma frecuente y muchas veces sin una necesidad real.

Infanta Elena cejas
Infanta Elena 

La infanta Elena estaba enganchada a las compras en la teletienda

Lo que en un principio parecía una afición inofensiva se transformó en una rutina difícil de contener. Las compras desmedidas, especialmente de artículos promocionados como soluciones milagrosas, comenzaron a generar alarma en su entorno cercano. Familiares y personas de confianza notaron que Elena utilizaba estas adquisiciones como una forma de llenar ciertos vacíos emocionales, y con el paso del tiempo, la situación se tornó insostenible.

El comportamiento de la infanta Elena fue finalmente evaluado por especialistas en salud mental, quienes diagnosticaron un trastorno del control de los impulsos. Esta condición afecta la capacidad de resistir ciertos deseos o tentaciones, lo que puede llevar a decisiones impulsivas que generan consecuencias negativas. En el caso de Elena, esto se tradujo en una notable dificultad para gestionar su economía personal, un aspecto que fue motivo de preocupación familiar durante años.

Juan Carlos I interviene para pagar los derroches de la infanta Elena

Fue el propio Juan Carlos I, entonces rey, quien decidió intervenir de forma directa. Consciente de la fragilidad financiera que acompañaba a su hija, tomó la decisión de asignarle una pensión mensual, pensada para cubrir sus necesidades básicas y evitar que los problemas económicos agravaran su estado emocional. 

Juan Carlos con Elena y Sofia
Juan Carlos con Elena y Sofia