En Zarzuela no todo es protocolo y reverencias. También hay discusiones, roces y frases que, con los años, se convierten en pequeñas leyendas. Una de esas historias tiene como protagonistas a la infanta Elena y a la reina Letizia, dos mujeres que nunca han terminado de encajar.
Elena, la hija mayor de los reyes eméritos Juan Carlos y Sofía, siempre se ha considerado la guardiana de las formas. Cree en la tradición, en las maneras correctas y en que un miembro de la familia real debe comportarse como tal las 24 horas del día. Letizia, en cambio, llegó desde el periodismo con otra visión. Más moderna. Más natural. Y, sí, también con un lenguaje que a veces sorprende.

Elena y Letizia, como agua y aceite
Desde el principio hubo tensión. Elena nunca terminó de aceptar que una mujer sin sangre azul llegara a convertirse en reina de España. La veía demasiado directa, demasiado poco “Borbón”. Y si a eso se le sumaban las palabras malsonantes que Letizia soltaba de vez en cuando, el choque estaba servido.
El momento clave ocurrió en una reunión familiar. Estaban casi todos, el ambiente era relajado, pero Elena ya no aguantaba más. En un gesto muy suyo, serio y frontal, se acercó a su cuñada y le pidió algo muy concreto: que dejara de usar palabrotas en Zarzuela. Lo dijo sin rodeos, recordándole que en la familia real ese lenguaje no tenía cabida.
La reina Letizia nunca se dejó intimidar por la infanta Elena
El silencio fue inmediato. Todos esperaban la reacción de la reina. ¿Se disculparía? ¿Cambiaría de tono? Nada de eso. Letizia, muy tranquila, soltó tres palabras que todavía hoy se comentan: “España es así”. Directa. Rotunda. Sin intención alguna de ceder ante la presión de su cuñada.

La respuesta cayó como una bomba. Algunos lo vieron como una falta de respeto. Otros lo interpretaron como un gesto de autenticidad. Pero lo que quedó claro es que Letizia no estaba dispuesta a perder su forma de hablar. Y menos todavía por una exigencia de la infanta Elena. Con su apoyo incondicional a su padre, el rey emérito Juan Carlos I, a pesar de sus corruptelas y las humillaciones constantes a la reina Sofía, no es precisamente un ejemplo a seguir ni está para dar lecciones. Para muchos, incluida Letizia, mejor que se preocupase de sus hijos.
A partir de ahí, la relación entre ambas se volvió todavía más fría. En los escasos actos públicos en los que han coincidido, se ha notado. Apenas se cruzan miradas, las sonrisas son forzadas y la distancia entre ellas es evidente. Si ya era difícil un acercamiento entre ellas desde el principio, este episodio acabó dee dilapidar la relación.