Desde la abdicación del rey Juan Carlos I en 2014, el vínculo entre él y su hijo, Felipe VI, ha ido en caída libre. El exilio forzado del emérito en Abu Dabi fue la gota que colmó el vaso. Juan Carlos jamás perdonó esa decisión. Siente que fue Letizia quien maniobró para apartarlo. Pero señala a su hijo porque lo dejó solo, sin defenderlo. Felipe, por su parte, tenía sus motivos para ello. Cree que los escándalos financieros de su padre han sido el mayor lastre para la Corona. Una etapa oscura, difícil de explicar y aún más difícil de borrar.
Cinco años después, Juan Carlos insiste: quiere volver a España. Aunque solo sea para pasar sus últimos días. Felipe le ha dejado claro que su regreso solo sería posible en dos casos: una operación urgente o una enfermedad terminal. Ninguno se ha cumplido. Pero su estado físico empeora. Y la presión aumenta.

Felipe VI acepta que Juan Carlos I se instale en Portugal
Felipe ha empezado a reconsiderar antes de que sea tarde. En los últimos días, se ha reunido con varios ex presidentes del Gobierno para explorar opciones. Busca respaldo político para gestionar el posible retorno del emérito. Porque traer de vuelta a su padre conlleva riesgos institucionales. Especialmente ahora que Leonor está a punto de asumir un papel protagonista.
Mientras tanto, Juan Carlos mueve ficha. Planea trasladarse a Portugal, concretamente a una casa adaptada en Cascais. Desde allí podrá moverse con más libertad y entrar en España sin llamar tanto la atención. Felipe no está del todo de acuerdo, pero lo ha tolerado como mal menor. En realidad, tampoco ha tenido mucho margen de maniobra. Juan Carlos ha deslizado la amenaza de que, si no le dejan trasladarse a Portugal para entrar y salir de España cuando quiera, puede haber consecuencias graves. Y en este delicado equilibrio aparece Iñaki Urdangarin.

Juan Carlos I utiliza a Iñaki Urdangarin para salirse con la suya
Su figura, hasta ahora en segundo plano, se convierte en un elemento de presión directa. Porque es Juan Carlos quien costea el acuerdo de divorcio con la infanta Cristina. Según el periodista Juan Luis Galiacho, dos millones de euros y una pensión mensual de entre 25.000 y 50.000 euros. Según Galiacho, ese dinero no es solo un gesto económico. Es la garantía de silencio. Urdangarin sabe demasiado. Y si Juan Carlos deja de pagar, Iñaki podría romper el pacto y hablar.
Y ojo, porque lo que podría contar pone los pelos de punta. Desde las intimidades del matrimonio real, que algunos dicen es solo una ficción pública, hasta secretos de Estado que afectan directamente a Felipe y Letizia. Todo eso podría salir a la luz.
De hecho, Urdangarin ya prepara un libro. En principio, será de autoayuda, basado en sus experiencias en prisión. Pero si deja de recibir su pensión, nadie asegura que no decida reescribirlo o publicar uno nuevo. Y entonces, el contenido podría ser explosivo.