En un nuevo capítulo del drama real que no deja de sacudir a Buckingham Palace, el príncipe Harry ha puesto sobre la mesa tres condiciones innegociables para poder reencontrarse con su padre, el rey Carlos III. Lo más explosivo no es el reclamo económico ni el control mediático que pide, sino la exigencia de que Meghan Markle recupere el trato de Su Alteza Real en cada acto oficial. Una demanda que, de confirmarse, encendería las alarmas dentro de la Familia Real y podría dinamitar la ya frágil relación con el resto de los Windsor.
De acuerdo con fuentes cercanas, estas condiciones han dejado al monarca en una posición complicada: ceder significaría reconocer públicamente la legitimidad de Meghan dentro del círculo real, algo que se le retiró tras su renuncia en 2020. Rechazarlo, en cambio, podría sellar una ruptura definitiva entre padre e hijo, justo cuando la enfermedad de Carlos III parecía haber abierto una ventana de reconciliación.
Harry exige seguridad total y a cargo de la Corona
La primera condición tiene que ver con la seguridad. Harry insiste en que tanto él como Meghan y sus hijos gocen de protección absoluta en territorio británico, pagada íntegramente por la Casa Real. El príncipe asegura que sin esta garantía ni su esposa ni sus hijos no volverán a pisar suelo inglés, pues los litigios judiciales con el Ministerio del Interior le han dejado un sabor amargo y una sensación de desamparo.
La polémica surge porque el duque de Sussex cuenta con una fortuna personal que podría costear esa seguridad. Sin embargo, él considera que es deber del monarca cubrir estos gastos, al tratarse de miembros de la realeza. Esta postura ha generado críticas incluso entre los británicos más moderados, quienes ven en la petición un gesto de privilegio desmedido y de dependencia de los fondos públicos.
Control absoluto de la prensa: la segunda demanda explosiva
El segundo requisito apunta directamente a uno de los temas más espinosos: la relación de la Casa Real con los medios británicos. Harry acusa desde hace años a los departamentos de comunicación de Buckingham de filtrar datos privados y de manipular narrativas que terminan dañando su imagen y la de Meghan. Ahora, exige que cualquier contacto con la prensa sea supervisado estrictamente por Palacio, sin margen para rumores o versiones parciales. En otras palabras, busca un bloqueo total de filtraciones que, según él, han alimentado la guerra mediática contra los Sussex. Este planteamiento, sin embargo, supone un golpe directo a la forma en que la monarquía gestiona sus relaciones públicas, algo que difícilmente aceptará el equipo de comunicación real.
Pero la tercera condición es la que ha encendido todas las alarmas. Harry quiere que Meghan sea reconocida nuevamente como Su Alteza Real, con todos los honores, deferencias y protocolos correspondientes. Eso implicaría que en actos públicos recibiera reverencias, saludos formales y un estatus que ya no le pertenece desde que ambos renunciaron a sus obligaciones reales.
Este detalle no es menor: de aceptarse, Meghan estaría al mismo nivel de la princesa de Gales, Kate Middleton, un escenario que generaría un auténtico terremoto en la jerarquía interna de la realeza. Muchos ven en esta exigencia la mano de Meghan, quien nunca habría aceptado la pérdida de su título y buscaría, a toda costa, recuperar un reconocimiento que en su momento marcaba la diferencia en cada evento oficial.