El palacio de Buckingham, durante siglos epicentro de la monarquía británica, está atravesando la mayor crisis de identidad de su historia. Lo que alguna vez fue símbolo de poder, unidad y grandeza, hoy parece un gigante incómodo del que todos quieren huir. Ni el rey Carlos III ni los príncipes de Gales desean convertirlo en su hogar permanente, y esto abre la puerta a un escenario impensable: que el más famoso de los palacios europeos se transforme en una atracción turística de lujo en lugar de continuar como vivienda oficial de la realeza. La muerte de Isabel II en 2022 dejó vacante un espacio cargado de historia. Allí nacieron príncipes, se celebraron bautizos reales y se organizaron banquetes que marcaron páginas enteras de la historia moderna. Sin embargo, tras su partida, el majestuoso edificio de 775 habitaciones y jardines interminables dejó de ser un hogar y se convirtió en un problema.
Los príncipes de Gales renuncian al palacio y Carlos III prefiere Clarence House
Los planes de Guillermo y Kate Middleton han encendido las alarmas. En lugar de preparar sus maletas para mudarse al imponente Buckingham Palace, han elegido Forest Lodge, una casona rodeada de bosques en Windsor. Fuentes cercanas aseguran que no se trata de una residencia temporal, sino de su “morada definitiva”, un claro rechazo a la idea de ocupar el fastuoso palacio londinense tras su ascenso al trono.
Carlos III tampoco se muestra entusiasmado. El monarca ha dejado claro que su verdadero refugio sigue siendo Clarence House, su residencia de toda la vida en Londres. Allí vivió junto a Camila desde su matrimonio en 2005 y allí ha invertido millones en renovaciones. Para él, Buckingham Palace es más un lugar de trabajo que un hogar, y evita pasar en él más tiempo del necesario.
Una reforma multimillonaria y un futuro incierto para la monarquía
El problema no solo se limita a la voluntad de los royals. El palacio de Buckingham atraviesa una interminable reforma valorada en más de 400 millones de euros, que mantendrá inutilizables varias áreas hasta al menos 2027. Este “lavado de cara” podría servir como excusa perfecta para que los Windsor reconfiguren el papel del edificio y lo alejen definitivamente de su función residencial.
La idea de convertirlo en un simple 'Monarchy HQ', donde se celebren recepciones, cumbres diplomáticas y grandes eventos, gana fuerza en los pasillos de la corte. Sería, en otras palabras, un gigantesco escenario para la representación institucional, pero sin la calidez de un hogar real. Una decisión que, aunque práctica, pondría fin a una tradición iniciada en 1837 por la reina Victoria, la primera soberana en establecer allí su residencia oficial. Isabel II lo llevó un paso más allá, abriendo sus puertas a los visitantes y convirtiéndolo en un icono de modernidad monárquica. Hoy, en pleno siglo XXI, la pregunta resuena con más fuerza que nunca: ¿qué será de Buckingham cuando nadie quiera vivir allí?
La posibilidad de que se convierta en un museo de lujo para turistas ya está sobre la mesa. De hecho, cada año miles de visitantes recorren algunos de sus salones, y la ampliación de estos espacios abiertos al público parece ser el plan más probable. Si esto se confirma, Carlos III pasará a la historia no solo como el rey que modernizó la corona, sino también como el último soberano en habitar Buckingham Palace.