Pablo Urdangarin, hijo de la infanta Cristina e Iñaki Urdangarin, es el sobrino ejemplar para el rey Felipe VI y la reina Letizia. El carácter discreto, sereno, respetuoso y responsable del joven es lo que los monarcas querrían del resto de la familia. Sin embargo, los Marichalar tienen a los reyes de España bastante hartos.

Las actitudes y salidas de tono de Froilán de Marichalar y Borbón desde que su vida ocupa páginas en las revistas de papel cuché y minutos en los programas del corazón no son del agrado del núcleo principal de la familia real. Están hartos de que el joven les deje en evidencia con las informaciones que circulan a su alrededor. Y no solo lo que tiene que ver con Froilán. Victoria Federica también pone de los nervios a Felipe y Letizia.

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Victoria Federica y Froilán / GTRES

Felipe VI y Letizia están hartos de los hijos de Elena y Jaime de Marichalar

Así lo confirmó una fuente para Informalia hace unas semanas. Al parecer, los reyes están cansados de los líos en los que Froilán se ve metido a menudo. Y que “en la balanza sale ganando por goleada Pablo. Su tío, el rey, le tiene en gran consideración”. Mientras que “tampoco gusta el exagerado exhibicionismo de Victoria Federica”. “Su madre lo sabe, pero esa chica va a su aire y hace caso omiso a los consejos maternos. E igual sucede con su hermano Froilán, ninguno de los dos es consciente de la familia a la que pertenecen. Deberían ser más discretos”, apunta dicha fuente.

De hecho, en ocasiones se ha dicho que Felipe VI y Letizia habrían llamado la atención a Elena sobre el comportamiento de sus hijos. Unos rumores que serían del todo ciertos. “Don Felipe y su esposa, doña Letizia, no comprenden los actos protagonizados por sus dos sobrinos, les molesta su actitud y preferirían que adoptaran perfiles menos mediáticos”, revela la fuente sobre este asunto.

Todo ello mientras en la casa real están encantados con el comportamiento que tiene en público el siempre educado y correcto Pablo Urdangarin. Para los reyes, el joven jugador de balonmano es el ejemplo que deberían seguir el resto de miembros de la familia real, aunque no pertenezcan al núcleo duro familiar.