Felipe VI no llegó a la Universidad de Georgetown únicamente con la intención de completar su formación académica. Según la periodista Pilar Eyre, la decisión de enviarlo a estudiar a Washington respondía a algo más que a un simple programa de estudios en el extranjero. En sus palabras, se trataba de apartarlo de “un mal ambiente familiar en que se producían peleas constantes y enfrentamientos a gritos”. Era una forma de darle espacio, de mantenerlo lejos de tensiones y de permitir que desarrollara su propio criterio lejos de las dinámicas del palacio.

La estancia en Estados Unidos no solo le proporcionó clases de economía, relaciones internacionales y protocolos diplomáticos. Allí, lejos de la rutina que conocía, también vivió experiencias que marcaron su vida personal. Eyre relata que “allí conoció a Gigi Howard, una modelo de una belleza espectacular. Y se volvió loco por ella”. Alta, de medidas perfectas, melena interminable y un carácter abierto, Gigi encajaba, según la periodista, con el tipo de mujer que atraía al entonces príncipe.

Un capítulo sentimental que trascendió el plano privado

La relación no nació de forma improvisada. Eyre explica que Felipe conoció a Gigi gracias a su primo Pablo de Grecia y a la novia de este, Chantal, quienes los presentaron. Lo que comenzó como un encuentro social terminó convirtiéndose en un romance serio, que despertó comentarios y cierta inquietud en el entorno real. No era una historia pasajera de juventud, sino una relación que, en palabras de la periodista, llegó a ser intensa y significativa.

Felip i Gigi Howard / EFE
Felipe y Gigi Howard / EFE

Por aquel entonces, Felipe tenía 28 años y estaba en un momento de descubrimiento personal. Washington le ofrecía una vida diferente, sin las mismas obligaciones ni miradas que en España, y esa libertad le permitió dejarse llevar por una historia que, para muchos, se salía del guion habitual de un heredero al trono.

Con el paso del tiempo, aquel romance se convirtió en un capítulo cerrado de su biografía, pero el relato de Pilar Eyre lo rescata como una pieza clave para comprender mejor al actual monarca. La experiencia en Georgetown fue más que un periodo de formación: fue también el escenario de un vínculo sentimental que, según la periodista, llegó a generar preocupación en palacio. Un recordatorio de que incluso las vidas más planificadas pueden verse sacudidas por emociones que nadie había previsto.