La princesa Leonor vive una etapa crucial en su formación militar. Tras su paso por Zaragoza y por la Escuela Naval de Marín, ha llegado el momento de enfrentarse al Ejército del Aire. Es su tercer y último destino antes de completar la preparación que la llevará a convertirse en teniente. Pero sus primeras semanas en San Javier no están siendo fáciles.
La princesa tiene miedo a las alturas, lo que supone un problema con el que tendrá que lidiar cuando le toque volar. Pero antes de afrontar esta fobia, hay otro problema que ya se está manifestando. Entre los cadetes se comenta lo mismo: Leonor tiene problemas con el simulador de vuelo. En las sesiones prácticas, donde los alumnos aprenden a manejar el Pilatus PC-21, la heredera al trono habría sufrido varios accidentes virtuales. Los intentos de aterrizaje terminan con la aeronave fuera de pista o directamente “estrellada” en pantalla. “Le cuesta mantener el control”, explican compañeros de curso que han presenciado las prácticas.

El simulador no se le da bien a la princesa Leonor
El PC-21 es un avión moderno, más rápido y sensible que el antiguo C-101, con el que se formaron generaciones anteriores de pilotos. En el simulador, reproduce cada detalle de vuelo real. Y ahí, según fuentes de la escuela, Leonor se bloquea en la fase final del aterrizaje. Los instructores aseguran que es normal fallar al principio, pero reconocen que su evolución es más lenta que la de otros alumnos.
El ritmo en San Javier es intenso. Las jornadas comienzan antes de las siete de la mañana y se extienden hasta la noche. A las clases teóricas se suman materias como Formación Militar, Psicología o Técnicas de Mando, además de las prácticas de vuelo. Leonor estudia, se esfuerza, pero el margen de error es pequeño. Y sus fallos en el simulador no han pasado desapercibidos.
El paso de Leonor por San Javier está lleno de privilegios
Los comentarios han corrido por los pasillos del centro. “No es la mejor de la promoción”, confiesan algunos cadetes en privado. La diferencia con los alumnos más experimentados se nota. Algunos lo ven comprensible: ella ha tenido que acelerar el proceso que otros completan en varios años. Pero otros murmuran que, pese a los tropiezos, su camino está asegurado.

Y es que en el caso de la princesa, el itinerario está claramente marcado de antemano. No realizará los cinco cursos completos como el resto. Tampoco se le exige destacar en las pruebas físicas o en los exámenes teóricos. Aun así, todo apunta a que recibirá las máximas calificaciones y ascenderá sin dificultades. La institución tiene un objetivo claro: garantizar que la futura reina esté preparada para ser capitana general de las Fuerzas Armadas.
Dentro de la academia, esa diferencia genera división y cierto malestar. Algunos compañeros sienten que se les mide con reglas distintas. Otros simplemente lo asumen como parte del protocolo. Mientras tanto, Leonor continúa con su formación, intentando mejorar en el simulador y superar sus miedos.