La participación de la princesa Leonor en el viaje a bordo del buque escuela Juan Sebastián Elcano, que debía ser uno de los momentos más formativos e intensos de su paso por la Academia Militar, se ha convertido en una experiencia muy complicada. Aunque está desempeñando su papel con la responsabilidad que requiere su posición, la travesía ha resultado mucho más desafiante de lo esperado. Leonor, quien embarcó el 11 de enero como parte de su entrenamiento con la Armada Española, contaba con apenas tres meses de preparación en la Escuela Naval de Marín, a diferencia de sus compañeros, que llevan años de instrucción específica para afrontar este tipo de misiones.

Desde el inicio del viaje, la princesa enfrentó importantes dificultades físicas. Estuvo más de tres semanas sin tocar tierra, lo que agravó sus síntomas de cinetosis, también conocida como mal de tierra. Leonor experimentó episodios severos de mareo, vómitos continuos y una deshidratación que requirió atención médica. El movimiento constante del barco, en especial durante las guardias con fuerte oleaje, provocó incluso alguna caída, lo que le dejó hematomas visibles cuando desembarcó en Uruguay. A raíz de esto, las autoridades militares decidieron eximirla de las guardias para evitar nuevos percances.
Leonor recibe un trato especial a pesar de la petición de sus padres
A pesar de estar sometida a un régimen riguroso, el trato que recibe Leonor no es exactamente el mismo que el del resto de los 75 guardiamarinas. Mientras que estos se preparan para hacer carrera profesional en las Fuerzas Armadas, el objetivo de la princesa es adquirir conocimientos estratégicos y de mando para su futuro rol como jefa del Estado. Por esta razón, su formación está adaptada a sus necesidades específicas. Aunque no se le exige demostrar el mismo rendimiento físico o técnico, se le garantizará la máxima calificación en cada una de las ramas del Ejército, sin que eso afecte las notas del resto, ya que su evaluación se realiza por separado.
La presencia de Leonor a bordo ha generado reacciones encontradas entre sus compañeros. Algunos han logrado entablar una relación cercana con ella, mientras que otros no ocultan su incomodidad. El motivo no es personal, sino el trato diferenciado y las alteraciones en el programa habitual que su presencia ha traído consigo. La seguridad también se ha intensificado: cinco escoltas vigilan permanentemente tanto a la princesa como al entorno general del barco. Aunque ella intenta cumplir con lo que le corresponde, hay ciertas tareas especialmente exigentes que, por razones evidentes, no se le asignan. Todo esto ha generado cierto malestar entre el alumnado, quienes han transmitido su disconformidad a la dirección de la Escuela Naval y también a sus familias.
