Llega el verano, y las calles, las plazas y las playas se llenan de chiringuitos de helados. Pero muchos echarán de menos los helados favoritos de su infancia. Revisitaremos aquellos helados emblemáticos que marcaron una época. Por suerte, algunos han sobrevivido heroicamente, especialmente el Frigo Pie y el Drácula, símbolos de los helados que se resisten a morir.

Pero antes del nacimiento del Frigo Pie, ya había aparecido su antepasado, el Frigo Dedo. Era un helado de hielo con un intenso sabor de fresa, que dejaba la lengua de color rojo: si lo habías comido, no podías ocultarlo. Intentaron mejorarlo haciendo una variante con diferentes sabores, pero esta sí que no acabó de funcionar. El Frigo Dedo murió y el Frigo Pie, su heredero, sobrevivió.

A menudo las dos marcas estrella, Camy y Frigo, competían con helados muy similares, y no dudaban en plagiarse. Las dos sacaron a la venta helados con forma de nave espacial que mezclaban el sabor a Coca-Cola con el helado de limón. El Colajet, de Camy, mucho más atrevido gastronómicamente y estéticamente, se completaba con un recubrimiento de chocolate en la punta de la nave. En cambio, el Capitán Cola, el producto de la Frigo, era mucho más clásico: se limitaba a llenar la punta de la nave con helado de naranja.

Miko tuvo mucho éxito con un producto denominado Mikolapiz. En realidad, era un poco una estafa, porque cuándo lo abrías no tenía forma de lápiz. Había que lamerlo mucho, y de forma adecuada, para convertir el cilindro inicial en un lápiz... A pesar de todo, duró mucho tiempo, porque fue recuperado posteriormente por la Camy.

Uno de los helados estelares de Frigo, durante tres o cuatro temporadas, fue el Frigurón, que volvía locos a los niños por su color. Su gusto era bastante indefinido; algunos de sus adoradores, hoy en día, aseguran que era de piña, pero otros lo dudan. Pero, al fin, el gusto era lo menos importante: lo principal era el color azul.

Frigo sacó un helado muy bien resuelto. Combinaba la estética del "corte" (el trozo de barra de helado cubierto a lado y lado por galletas), pero le añadía diseño y combinación de sabores. La galleta estaba rellena de vainilla cruzada con franjas de caramelo, y el recubrimiento era de chocolate con cacahuete. Pero no triunfó entre los niños por su medida. Era muy pequeño y los niños buscaban un helado cuanto mayor, mejor...

 

En 1985 Frigo introdujo un helado con un nombre que hoy sería impensable: el "Negrito". La publicidad no dejaba lugar a dudas sobre el doble sentido del nombre. La canción que lo popularizó, a ritmo caribeño, decía: "Allí viene el negro, negrito. El Frigo con un meneíto..." y concluía: "Este verano, Negrito...". En el vídeo aparecía un caricaturesco vendedor de helados negro. El Negrito formaba parte de "la gama alta de los helados": cuando el Capitán Cola valía 30 pesetas, el Negrito subía a las 80. No era al alcance de la mayoría de niños... 

La Menorquina tenía un helado que era la estrella a la hora de los postres en los restaurantes. Los niños siempre pedían un Punky. No era por su gusto, sino por su espectacular envase de plástico, en forma de pájaro con cresta. A menudo, a pesar de todo, los chavales no conseguían este helado-juguete: las madres se encargaban de pedirles un horroroso helado de crocanti. Como era para los niños, los camareros acababan de estropear el helado colocándolo entre dos galletas que no tenían sabor a nada. Pero los niños, en la siguiente visita al restaurante, volvían a pedir el Punky. Lo más frecuente es que no lo consiguieran.

De hecho, los padres, si querían hacer un extra con los helados, tenían más tendencia a ofrecer "Copas floridas". En un tiempo en que los helados más habituales, los "vasitos", tenían un tamaño diminuto, las "Copas floridas" que hacían en algunas heladerías eran un auténtico festival, por su cantidad, y por su colorido. Mezclaban diferentes tipos de helado, le añadían nata, jarabe de chocolate, trozos de fresa y plátano, algunos frutos secos, una cereza confitada e, inevitablemente, un barquillo... El problema es que los adultos tenían más afición a prometer "Copas floridas" que a cumplir sus promesas.

Entre los helados que no tuvieron mucha opción de popularizarse, porque pronto pasaron a mejor vida, había también otros bastante originales. El Frigosentado imitaba un tótem indio. Banana Joe fue un helado con forma y sabor de plátano que tuvo una vida cortísima. Tampoco duró mucho un helado con forma de Super Mario, y el que se parecía a Cobi, la mascota olímpica de Barcelona 92, sólo duró un año. Más éxito tuvo el Fantasmiko, que tenía la forma clásica de los fantasmas con sábana. El Tubi Tabi, que iba con un envase de pasta de dientes, tuvo una vida breve, porque producía mucha frustración, ya que nunca conseguías vaciar del todo el tarro. Mejor diseño tenía el Boomy, que combinaba el helado de naranja, el de fresa y el de limón en un solo palo, pero tampoco sobrevivió mucho.

A pesar de todo, muchos críos no tenían presupuesto para tomar muchos helados, y tenían que conformarse con los famosos "polines". Los mejores, sin duda, eran los de la marca Burmar Flax. Se podían comprar sin helar en la tienda de la esquina, pero siempre había algún chiringuito, cerca de las escuelas, que además de vender cigarrillos sueltos a los menores, vendían estupendos Burman Flax helados...