Cuatro tuits han levantado este domingo un torrente de dudas sobre la limpieza del proceso electoral del 21-D, reavivando de paso un rumor que parecía desactivado: que el recuento es manipulable, que Indra, la empresa que gestiona la informática de la cosa, es en un 18,7% propiedad de la Sociedad Estatal de Participaciones Industriales (Sepi) y que se ha visto en líos en elecciones en otros países, y por lo tanto, tal y pascual, etcétera.

Los tuits apuntan ahora a un pucherazo en el censo. Son estos (el primero y el tercero han sido borrados después y se muestran sus capturas de pantalla):

Los hechos que relatan son reales, claro. Pero es difícil concluir de todo eso que existe un plan para evitar la victoria independentista.

Aquí viene a cuento recordar que el 27-S a los independentistas les faltaron 80.000 votos para superar el 50% de los sufragios emitidos. Los recogió la difunta Unió, que obtuvo 103.000. También se dijo que era parte de un plan maléfico. Este 21-D, sin embargo, el contexto es diferente: hay desconfianza y/o temor hacia el Estado, por la crónica mala gestión del voto exterior, por la represión del 1 de octubre (que incluía las porras pero también la interferencia de las redes informáticas), por la aplicación del 155, por el Govern encarcelado y exiliado... Así que hechos como los que cuentan esos tuits parecen fácilmente parte de un plan oculto y posible.

Los más espabilados también se han apresurado a recordar la campaña de empadronamiento masivo promovida en Quebec para reducir el censo de votantes indepes en el primer referéndum de independencia celebrado en esta provincia canadiense.

Es complicado

En realidad, tal como se celebran las elecciones en el estado español, es complicado un pucherazo que pueda alterar sustancialmente el resultado. Todo el procedimiento es manual, desde la mecánica de voto del ciudadano, de quien se verifica la identidad antes de votar, hasta el recuento y eventuales comprobaciones posteriores. La empresa que lo gestiona solo se encarga de mantener el programa que suma votos y atribuye escaños en función de los datos que se le proporcionan.

Tampoco el Ministerio del Interior (que hará de Departament d'Interior gracias al 155) tiene responsabilidad en el recuento. Los resultados que publica son solo informativos y no tienen valor legal.

El escrutinio oficial se hace al día siguiente de las votaciones. A las 10 de la mañana, en un acto público al que todo el mundo puede acudir, se reúnen las juntas electorales y abren todos los sobres precintados con las actas de cada colegio y mesa electoral.

Estas actas se han hecho a mano y consignan el recuento, también manual, hecho la noche anterior mesa por mesa. A este acto también puede asistir quien quiera y los partidos envían representantes (apoderados, interventores). Tras el recuento, los presidentes de mesa guardan las actas en sobres que cierran a la vista de los asistentes y los entregan al secretario del ayuntamiento, que los lleva a la junta electoral así que los recibe, inmediatamente.

Volvamos al recuento en la junta electoral. Los representantes de los partidos llevan las copias de las actas recogidas mesa por mesa la noche anterior para contrastarlas, si es el caso, con las de los sobres oficiales. El escrutinio se hace sumando manualmente actas de cada mesa. Los resultados se proclaman allí mismo.

La intervención de los ministerios (de los departamentos) de Interior o de la Presidència en todo el escrutinio es ninguna. El uso de procedimientos informáticos también es ninguno. El fraude o la manipulación en este proceso es casi imposible.

¿Por qué la alarma?

¿Por qué, pues, alarma la aparición de tarjetas censales a nombre de personas que no viven en las casas adonde se han enviado? Es complicado. Que sean de personas mayores siempre angustia, porque son más fáciles de engañar. También porque se piensa en muertos que votan, urnas previamente llenas y otros clásicos del caciquismo. Es verdad, han pasado cosas como aquellos militantes del PP pillados depositando 30 votos en una oficina de correos de Melilla. En fin. Treinta votos. Melilla. Es infrecuente.

En realidad, la gente se alarma porque mientras se sabe que es casi imposible un pucherazo en el recuento, es más factible hacer trampas en el ejercicio del voto, vía manipulación del censo, supresión de votantes o de voto por correo, por ejemplo, que dejan poco o ningún rastro. Solo los votantes catalanes en el extranjero ya suman más de 200.000, cosa que equivale a la segunda ciudad electoral de Catalunya.

¿Qué hacer si uno recibe en casa una tarjeta censal que no le corresponde? No ponerse nervios/a, no decir lo que no está probado e informar al ayuntamiento, que es quien se encarga del censo. También sirve denunciarlo a la junta electoral de la zona y al partido de preferencia.

La mejor opción para prevenir irregularidades en las elecciones es participar como interventor o apoderado. Para eso solo hay que dirigirse a la sede más próxima de un partido político cualquiera (no hay que ser militante) y pedir la acreditación.