Durante la Transición española se popularizó la expresión "ruido de sables" para hacer referencia a las amenazas de sectores del Ejército al proceso de consolidación democrático, que culminaron en el intento de golpe de Estado del 23-F de 1981. Desde entonces casi no se había hablado más de ello. Hasta este jueves. El término volvió a ser utilizado por un estudiante de la Universidad Autónoma de Madrid, en una pregunta al expresident catalán Artur Mas, sobre los mecanismos del Estado para evitar la celebración del referéndum prometido por la Generalitat antes de finales de septiembre. El acto era a puerta cerrada, pero El Nacional ha tenido acceso al diálogo que se produjo.

"Hay ruido de sables. ¿Son conscientes de ello?", le preguntó a Mas un joven del máster en Gobernanza y Derechos Humanos durante la charla Catalunya y la UE en el siglo XXI. "Sí, pero somos conscientes de que se tiene que llegar hasta el final. No perderemos la dignidad ni el proyecto porque perderíamos el futuro", respondió Mas para ilustrar que el independentismo no se parará, pese a las voces que desde el Gobierno central hablan de una operación para precintar colegios, e impedir así el referéndum, las acciones del Tribunal Constitucional, o bien, la suspensión de competencias y recursos económicos del Ejecutivo catalán. "Es una apuesta democrática. No claudicaremos porque en la otra parte no haya interlocutor. Lo haremos con las máximas garantías y condiciones posibles este año". 

El personal de la universidad aguantaba la respiración como si de la conferencia de un presidente o expresidente de un Estado se tratara. No lo era, aunque más tarde, Mas diría al público que querría convertir a Catalunya en "la Dinamarca mediterránea", o en "un Massachusetts" europeo, si la Unión Europea deriva hacia un modelo federal. Ayer, en la Áutónoma de Madrid, el temor de fondo era que se produjera un escrache, como el sufrido por el expresidente español Felipe González, hace meses en la misma casa, por parte de un grupo de radicales. Por eso, los organizadores habían evitado publicitar la cita en toda la Facultad, y habían estado atentos a Twitter para controlar cualquier indicio de posible incidente, según han explicado a este diario. No se produjo.

En la puerta del acto ya había quien le veía dotes a Mas para liderar una República "homologada", como él acostumbra a puntualizar, aunque ahora, desde su posición de haber dado un "paso al lado". "Sabe hilar muy bien los argumentos, una capacidad de convencer que no ves entre dirigentes españoles", explicaba un observador. El mismo oyente que se fascinaba desde el sentimiento, no podía evitar que le saliese la vena racionalista de su oficio como investigador en Ciencias Políticas. "Pero no tiene base científica, porque no hay precedentes", decía sobre la independencia de Catalunya.

En espera de la sentencia por la consulta del 9-N, Mas expuso el caso de Eslovenia para intentar convencer a un público exigente, que iba a "entender la realidad sin apriorismos", como celebraba una de las personas de la comitiva de Mas. "No tenemos la garantía del reconocimiento, es cierto, pero tenemos la experiencia sobre cómo se han reconocido otros países. Nosotros queremos ser Estado por la vía democrática y creemos que así es más fácil que se nos reconozca", dijo el expresident a un oyente que quería saber de qué forma el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas actuaría, ahora que Donald Trump ha llegado a la Casa Blanca.

A otro le interesaba qué haría la Unión Europea, después de que el presidente del Parlamento Europeo, Antonio Tajani, aceptara la semana anterior el 'no' al referéndum del presidente español, Mariano Rajoy. "Se usa la excusa de que tendremos problemas. De acuerdo que existen tratados que no aclaran de forma inmediata la permanencia, pero la UE acostumbra a tratar estos temas de forma pragmática", exponía Mas, recordando que no se pueden perder derechos de ciudadanía, como se extendió cuando Rajoy preguntó al periodista Carlos Alsina si la nacionalidad europea se perdía.

Ante el interés, Mas se remontó a los inicios del proceso y cito el punto de inflexión con el Estado, como fue la sentencia del TC contra el Estatut. "Creo que lo que más le dolió a Mas es que le tumbaran la cuestión del sentimiento catalán [de nación]", decía un estudiante a la salida. "Se ve que no lo pusieron en el articulado del texto, sino en el preámbulo, precisamente para evitar eso. ¡Se reunieron Mas y Zapatero para escribirlo de puño y letra!", explicaba entusiasmado.

El político catalán ilustró así que una Tercera Vía de "nuevo federalismo", o más autogobierno, como la devo-max competencial entre el Reino Unido y Escocia, ya fue superada por los catalanes. Ahora bien, sólo sería posible de recuperar dentro de un referéndum "irrenunciable", y pactado con el Estado, en el que ganara el 'no' –lo dijo en un desayuno el president Carles Puigdemont en Madrid el año anterior–. La idea es no volver al statu quo, ante un escenario de "regresión competencial" en España. 

Otro oyente, menos sentimental, le preguntaba al dirigente catalán que si en realidad, eso del proceso iba de dinero. Aquí surgió otra anécdota: la de las conversaciones con Rajoy antes de que emergiera el derecho a decidir. "Le dije que no le pediría ni un euro en 2012, porque no había, pero sí una excepción para Catalunya en la Ley de Financiación de las Comunidades Autónomas, además de una negociación bilateral. Me dijo que era imposible, cuando teníamos más de un millón de personas en la calle pidiendo la independencia", exponía Mas, sobre los meses previos a la decisión del 9-N.

Los pragmáticos ya dibujaban mentalmente dos retos de un Estado propio: defensa y pensiones. En el primer caso, el expresident de la Generalitat consideró que se debería buscar un esquema "ajustado a la realidad geoestratégica, y por tanto, moderno y comprometido con acciones de defensa a nivel internacional". En el segundo ámbito, Mas recordó que Catalunya, a diferencia del Estado, tuvo superávit en los últimos quince años. "¿Podemos sostener los catalanes un sistema de pensiones? Rotundamente sí. Es un sistema de reparto, funciona a través de las cotizaciones actuales", exponía.

La actualidad hizo aparición de nuevo en cuanto al "proceso participativo" de 2014, y su juicio, celebrado la semana anterior. El expresident avisó de que llevarían al Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo una sentencia condenatoria. "La sentencia sólo afecta si estamos en España", decía Mas, avistando la esperanza de una República independiente dentro de la UE, y ante la posibilidad de su inhabilitación como político.