En España existe un franquismo sociológico que controla todavía los lugares clave del sistema de poder. Y cuando se les plantea la pregunta: ¿Sacar a Franco del Valle de los Caídos? La respuesta es: "No, porque es abrir antiguas heridas". ¿Y abrir las fosas comunes de la Guerra Civil e identificar los cadáveres? "No, es reabrir viejas historias". Y todo lo que sea la justicia y la dignidad que merece al bando que todavía hoy es considerado el perdedor por los que todavía se sienten vencedores significa una ruptura de aquel pacto que hubo en la transición (y que tendríamos que ver quién lo pactó y qué pactó).

O sea, según este argumento, se ha de olvidar la memoria de quien no tiene memoria y hacerlo en nombre de los sentimientos de los todavía hoy vencedores, pobrecitos. 80 años después, reconocer la dignidad de uno de los bandos es "abrir heridas". Sí, claro, las heridas de quien no sufrió el exilio, la miseria, la pérdida de sus bienes, la degradación y la marginación social, la represión y el miedo.

Siempre que la parte de la sociedad que no es la "dominante" pide algún cambio del statu quo, la respuesta es que no. ¿Por qué? Porque, o bien se fractura la sociedad, o bien se sacan temas que ya estaban olvidados. Y al final siempre triunfa el "que no se mueva nada" y, lo que es peor, con el argumento de que se hace en nombre de la concordia. Bien, si una parte de la sociedad reclama una cosa y esta cosa es de justicia, ¿la concordia también es atender su demanda, no? La sociedad también se fractura cuando una parte importante de la sociedad se siente excluida. ¿Por qué la fractura nunca afecta a quien no quiere que nada cambie y se beneficia al 100% de la situación? ¿Por qué nunca ceden?

Y así llegamos al diputado del PSC David Pérez, a quien hace 24 horas que le caen bofetadas por todos lados por haber dicho lo que puede escuchar en este enlace y que resumido es: cuando estaba en el gobierno, Esquerra no quiso abrir fosas de la Guerra Civil, no fuera que se encontraran españoles. Realmente una barbaridad con balcones en la calle mayor.

Pérez, un histórico del Parlament, se sintió muy incómodo cuando se hizo el debate sobre los toros. Él, gran defensor de la "fiesta", se mojó y entonces también le cayeron las bofetadas a espuertas. Y el carácter se le fue haciendo agrio. Y cuando cogió fuerza el debate indepe él, unionista convencido, todavía se fue radicalizando más. Y por eso, siempre que puede se sitúa en primera fila en los actos de Societat Civil Catalana. Y, poco a poco, Pérez se ha ido autoaislando. También de los suyos, de quienes no se puede quejar porque nunca lo han dejado solo. Ni cuando dejó de ser diputado y le encontraron un lugar donde colocarlo. Y esta automarginación y este sentirse permanentemente perseguido le hace ver fantasmas por todas partes. Hasta que ayer dijo lo que dijo. Y esta mañana lo ha confirmado. ¿Pruebas de su acusación? De momento ni una. Ha hablado de "comentarios" que escuchó y de impresiones que tuvo. Y ha cogido sus fantasmas y los ha sacado a pasear, pero por un campo de minas. Los próximos días tendrá que explicarse y matizar. Pero acabaremos allí mismo, en esta España para quien todo lo que no sea su manera de entender el mundo es dividir y fracturar. Ellos deciden cómo tienen que ser las cosas y no pueden ser de ninguna otra manera. Y en algunos casos con perdedores haciendo de ganadores. Seguramente porque estar en el bando de los ganadores es más agradecido.