De acuerdo con la mitología griega, Procusto, El Estirador, era un posadero que trataba de una peculiar manera al infortunado que se acercaba a pasar la noche en la fonda, en la ciudad ática de Eleusis. Procusto conducía al huésped a una cama de hierro y lo inmovilizaba. Si se daba el caso de que las extremidades del desgraciado sobresalían del lecho, Procusto se las serraba; por el contrario, si eran más cortas, se las alargaba. La cuestión era que debían ajustarse exactamente a las medidas del terrible catre. Pero es que, además, hacía trampa: la cama estaba dotada de un mecanismo que permitía acortarla o alargarla a voluntad del siniestro posadero. 

La historia me ha venido a la cabeza -extremidad que también podía ser objeto de tratamiento procustiano-  tras oír detallar al portavoz del Gobierno español, Íñigo Méndez de Vigo, una vez más, la condición para que se establezca un diálogo entre los presidentes Mariano Rajoy y Carles Puigdemont. La condición es que el Govern de la Generalitat renuncie al referéndum que propone pactar al Gobierno del Estado. Esa es la condición procustiana -primero te cortas un pie o una mano, o ambas, y luego hablamos- que, una vez cumplida, daría paso a un diálogo. Un diálogo de carácter “exploratorio” tras el que se podría entrar -o no- en una fase de “acuerdos”. Por un momento creí que Méndez de Vigo iba a hablar de “fase resolutiva”, tal como se hacía en los tiempos del terrorismo de ETA para diferenciar entre el “diálogo” o los “procesos de diálogo” y la “negociación” propiamente dicha. En la "fase resolutiva", o sea, "de acuerdos", el Gobierno de Rajoy se compromete a no se sabe bien qué a cambio de que Puigdemont entregue las urnas, como se exigía a los etarras que entregaran las armas. 

El Gobierno de Rajoy se compromete a no se sabe bien qué a cambio de que Puigdemont entregue las urnas, como se exigía a los etarras que entregaran las armas

Se me dirá que el planteamiento de Puigdemont –“referéndum o referéndum”- es tan procustiano como el planteamiento de Rajoy para enfocar ese diálogo que, según ha trascendido esta semana, tuvo una primera estación en la Moncloa el 11 de enero pasado sin que se llegase a nada (al final, eso de tener que seccionarse la mano, o la pierna, o que te las seccionen, duele). Pero eso sería tanto como caer en la trampa de decir que el problema no es la cama (de Procusto) sino las piernas (o los brazos, o la cabeza) del viajero. Ese es un punto en el que no cabe llevarse a engaño. Es Rajoy, y no Puigdemont, quien tiene la hospedería, el catre y el instrumental procustiano para tratar la cuestión catalana.

Ese arsenal procustiano en manos de Rajoy es el Estado con toda su potencia coercitiva, la Constitución cerrada a cal y canto por los siglos de los siglos y, en esta hora, la Justicia, dispuesta, si hace falta, a recuperar el delito de opinión para dividir y desactivar el movimiento referendista catalán. Se ha visto en el caso de la exclusión política de Joan Josep Nuet (CSQP) de la nueva querella de la fiscalía contra Forcadell y otros 3 miembros independentistas -así los trata el fiscal- de la Mesa del Parlament por haber permitido votaciones sobre el referéndum. Sólo la lógica procustiana que informa esa decisión judicial permite entender que Nuet llegue a exigir que se querellen también contra él por haber actuado de la misma manera que los querellados.

¿Acaso Forcadell, Corominas, Simó y Barrufet están condenados ya sí o sí por el sólo hecho de ser independentistas? 

A Nuet se lo deja fuera de la querella porque ni es independentista ni, según el fiscal, pretendía incumplir los mandatos del TC sobre el referéndum ni, mucho menos, llevar adelante un proyecto político que “menosprecia” la Constitución y las leyes. ¿Acaso está diciendo el fiscal que todos los ciudadanos y ciudadanas partidarios de la independencia de Catalunya son presuntos delincuentes? ¿Dónde queda la presunción de inocencia, siempre en boca del Gobierno del PP, por lo que se refiere a Forcadell, Corominas, Simó y Barrufet? ¿O acaso están condenados ya sí o sí por el sólo hecho de ser independentistas?

Para el Estado es fácil demostrar a un ciudadano de Valladolid o de Sevilla que las demandas del independentismo exceden con mucho el marco legal que se invoca para frenarlas. La estrechez del lecho constitucional, la lectura procustiana de sus posibilidades de desarrollo, el hecho de que cualquier planteamiento catalán de avance en el autogobierno haya sido amputado por lo menos desde la sentencia del Estatut, facilita la construcción de ese marco político-mental según el cual es imposible resolver la cuestión en las urnas. Pero, por lo visto, que se pueda estar a favor del referéndum y la democracia y a la vez en contra de la independencia de Catalunya, como lo están Nuet y los comunes en general y dice estarlo Pablo Iglesias, que se apoye eso que el exlehendakari Juan José Ibarretxe, que esta semana se ha reencontrado con Artur Mas en San Sebastián, llamó el derecho a decidir, eso ya no hay cama de hierro procustiana que lo aguante.