Las dos autoridades del Govern catalán publicaron el domingo un artículo en El País (Que gane el diálogo, que las urnas decidan) en qué pedían por enèsima vez un referéndum pactado con el Gobierno español. Del texto, resumen prototípico del memorial de agravios habitual en el independentismo desde 2010, destaco una frase interesante: "El Pacto Nacional tiene como propósito reiterar la voluntad de celebrar un referéndum, acordado, como prioridad. Tal vez alguien nos considere ilusos. Es mejor ser iluso que irresponsable, es mejor esforzarse para hallar soluciones que optar por no desgastarse y hacer del quietismo virtud". El trazo grueso es mío, porque la cosa resume dónde nos encontramos y qué se espera de nuestros líderes: puesto que, contrariamente a lo que piensan Puigdemont y Junqueras, actualmente me parece igualmente grave el ser un iluso (y pedir pececillo al Gobierno español para pactar algo sobre lo que ha dicho mil veces que no quiere ceder) que ser un irresponsable, así como me parece igualmente delirante escribir un artículo conjunto en el diario del Club 155 esperando que Juan Luis Cebrián cambie de miras y pase de querer enviarnos a la Guardia Civil a ponerse falda de escocés.

Si el referéndum de autodeterminación no acaba celebrándose o el Govern catalán se muestra incapaz de aplicarlo, nadie podrá acusar a Rajoy o al Santo Padre de hacer del quietismo una virtud, porque será precisamente el independentismo el que habrá demostrado una capacidad inaudita de movilizar a manifestantes y emocionar a la masa de sus adeptos para, finalmente, no cambiar ni un solo aspecto del statu quo. El problema es el mismo: pedir diálogo con un gobierno que no te reconoce como nación, y por lo tanto como entidad política, es una quimera y los cuentos de hadas siempre acaban derivando en inmovilismo. Se puede pensar que el Gobierno español se ha movido poco, pero la aparente letargia de Rajoy siempre esconde una astucia que nuestro orgullo de independentistas no siempre es capaz de leer: inhabilitando a Mas y a sus consellers de una forma casi testimonial, y como ya avancé hace tiempo, el juez Barrientos ha descafeinado la subversión que el juicio del 9-N podía provocar. En el fondo, Rajoy se encuentra muy tranquilo con un hipotético retorno de Artur Mas a la política, un comeback que desenterraría a los terceraviistas de Convergència y que aseguraría una presidencia en minoría de Junqueras, eterno retorno.

Si gana el diálogo con el Gobierno español será para dialogar (es decir, gestionar) la derrota. De momento, si hay diálogo, no hay urnas

Siguiendo la sugerencia del vicepresident de dar más fuerza al referéndum haciendo que sea el gobierno en pleno el que firme la convocatoria (un gesto hábil para vincular al sector moderado de los convergentes como Vila o Jané en la votación) yo todavía iría más lejos y religaría la convocatoria en el aval de los setenta y dos diputados por el SÍ que hay actualmente en el Parlament. Ellos son, en definitiva, la voz de los independentistas y es por eso (si no recuerdo mal) que Junts pel Sí y especialmente sus diputados independientes prometieron que harían el referéndum que no nos han dejado hacer. Pensar que apelaciones al diálogo como las del artículo en El País enternecerán a los españoles y al mundo o que harán cambiar de opinión a uno solo de sus lectores va mucho más lejos de la ingenuidad. El mundo no se hace más dúctil por un artículo, los países no mueven sus superestructuras por el enésimo clamor de agravios contra el Gobierno central. En estos momentos, y lo repito, la ingenuidad es un crimen mucho peor que ser irresponsable. Porque ser irresponsable, en definitiva, sólo es acabar retrocediendo en lo que habías prometido a tu pueblo en las últimas elecciones.

Si gana el diálogo con el Gobierno español será para dialogar (es decir, gestionar) la derrota. De momento, si hay diálogo, no hay urnas. Vosotros sabréis, autoridades.