Varios cientos de miles de personas, según la Guardia Urbana de Barcelona, unas 500.000, respondieron este sábado a la llamada de la Generalitat y del Ayuntamiento de la capital catalana para expresar en el centro de la ciudad la solidaridad con las víctimas, la repulsa al terrorismo y el homenaje a todos los servicios públicos que tuvieron un rol fundamental el trágico 17 de agosto y aquellos días que siguieron a los atentados de La Rambla y Cambrils. Una labor que de una manera muy particular simbolizan los Mossos d'Esquadra.

Antes de cualquier otra consideración vale la pena destacar el civismo que ha presidido la marcha "No tinc por", pese a la enorme tensión generada por aquellos que pretendían convertir la concentración de este sábado en una movilización antiindependentista. En la gran movilización que nunca han conseguido hacer cuajar el 12 de octubre.

El hecho de que muchos de los asistentes portaran banderas, pancartas y símbolos con los que se identifican con total normalidad es una prueba de madurez y de convivencia de un pueblo plural en un momento crucial de su historia. Pretender restringir la libertad de los manifestantes o reprocharles su manera de salir a la calle es propio de sociedades intolerantes y es normal que esta actitud sea muy ampliamente rechazada. ¿O acaso no se puede expresar el dolor y la rabia portando una bandera? He visto en París una multitud tras el atentado de Charlie Hebdo con banderas francesas en enero de 2015 y no leí ninguna crítica al respecto. Será porque aquí y allá el dirigismo no ha sido nunca santo y seña de una sociedad plural.

Los silbidos al jefe del Estado, el rey Felipe VI, al presidente del Gobierno español, Mariano Rajoy, y al resto de autoridades españolas por parte de un sector de los concentrados pueden ser desagradables e incómodos para quienes los reciben, pero no dejan de ser la expresión de un enfado que ni empieza ni acaba con su presencia en la manifestación y cuyo origen es de sobras conocido por los que estaban en las primeras filas. Pretender que se visualice otra cosa habiendo tanta gente en las calles sí que hubiera sido una quimera.

Pero la manifestación ha reflejado algo más: la simbiosis de la ciudadanía con los Mossos d'Esquadra y también con la Guardia Urbana. Las imágenes de vehículos antidisturbios de la policía catalana cubiertos de rosas rojas y amarillas son la continuación de una historia de amor que arranca con la desarticulación de la célula terrorista en un tiempo récord. Habrá que retener este momento después de las emociones tan intensas vividas estos días. Y de una jornada en la que se ha podido ver durante unas horas una foto representativa de cómo piensa la sociedad catalana en la calle.