La campaña electoral para las elecciones del 21-D va a ser la más decisiva de todas las elecciones que se han celebrado en Catalunya. Nunca habían estado tan en duda tantas cosas: quién quedaría primero, quién acabaría formando Govern o si se tendrían que repetir las elecciones ante la imposibilidad de conformar una mayoría parlamentaria estable. La semana que ha transcurrido ha dejado claras unas cuantas cosas, pero no las definitivas, lo que otorga una importancia extraordinaria a los siete días de campaña que faltan y que acabarán decidiendo una situación u otra. Así, por ejemplo, hay dos impactos que hay que destacar: en primer lugar, la consistencia de Ciudadanos que no pierde fuerza electoral con el paso de los días. Su capacidad para succionar buena parte del voto no independentista, de una manera muy especial el del Partido Popular, está propulsando a la formación de Albert Rivera e Inés Arrimadas arriba de todo y, por ahora, sigue aguantando el vértigo de una posición tan importante.

En segundo lugar, la importancia de Oriol Junqueras en la campaña de Esquerra Republicana. Aunque la formación republicana tiene un elenco de personas conocidas, desde la propia Marta Rovira hasta Mundó, Tardà o Rufián, lo cierto es que el liderazgo de Junqueras no es hoy por hoy sustituible. No es un candidato mediático pero, en cambio, suple de sobras esta condición con su lenguaje fácilmente entendible y próximo. Los republicanos no han dado aún con la piedra filosofal para revertir esta ausencia y, además, sobre ellos se dirigen la gran mayoría de los ataques del resto de partidos. Esta situación, aunque no es simétrica, no es muy diferente a la del president Carles Puigdemont que, aunque puede hablar por videoconferencia desde Bruselas o a través de entrevistas, el impacto nunca es el mismo.

El avance del cuarto tracking de El Nacional que hemos publicado a las 22 horas de este martes lejos de despejar incógnitas ha vuelto a reabrirlas. El impacto de la manifestación en Bruselas del pasado jueves dio alas a todo el bloque independentista y de una manera especial a Junts per Catalunya. Cinco días después ese efecto ha disminuido en parte y parece evidente que el independentismo tiene una cierta necesidad de tocar a rebato entre sus electores si quiere asegurarse la mayoría absoluta. De no lograrla, el mapa político catalán amenaza con ser de una complejidad enorme y, por primera vez, no habría que descartar una situación similar a la de las elecciones españolas de diciembre del 2015 en las que acabó siendo necesaria una nueva cita con las urnas en junio del 2016, ya que ningún candidato tuvo los votos necesarios para ser investido. No es la principal opción pero no es descartable. Dependerá de la movilización de los bloques independentista y unionista en la última semana.