En 1928 Alexander Fleming se fue de vacaciones dejándose olvidado un cultivo de bacterias. Allí creció una especie de moho que mataba a varias bacterias causantes de enfermedades. Había inventado el primer antibiótico: la penicilina. En 1853 un cliente descontento devolvía una y otra vez sus patatas blandas a la cocina de un restaurante de Nueva York. Cansado, el chef George Crum decidió cortarlas muy finas, freírlas hasta que crujieran y añadirles sal. Así nacieron las chips. Y Wilson Greatbatch trabajaba en un artilugio para grabar el sonido del corazón cuando conectó mal una resistencia. En su lugar, imitó el latido del corazón para crear el marcapasos.

Aunque debemos el origen de grandes inventos de la historia a la casualidad o el azar, estos no hubieran sido posibles sin esfuerzo y horas de mucho trabajo. Como en la ciencia, en el terreno de las finanzas hay valores imprescindibles como la paciencia, la planificación, la metodología y, especialmente, el valor del tiempo en la inversión.

Una correcta planificación financiera debe definir tanto el objetivo de las inversiones como el horizonte temporal para lograrlas, antes de definir la tipología de activos adecuados para alcanzar dichas metas. Si pensamos, por ejemplo, en un objetivo a muy corto plazo —como la compra de un vehículo a un año o año y medio— sería imprudente utilizar instrumentos con mucha volatilidad como acciones o unos bonos corporativos o de países emergentes.

Sin embargo, numerosos estudios corroboran que, para los objetivos de más largo plazo, el mantenimiento de las inversiones ayuda a conseguir rentabilidades interesantes, siempre y cuando se haya aplicado un correcto criterio de diversificación en la elección de los activos financieros.

En esa línea, en Banco Mediolanum hemos realizado un ejercicio sobre el impacto de mantener una inversión a largo plazo en renta variable bien diversificada.

En concreto, estudiamos la evolución de un índice de renta variable global, el MSCI World —el selectivo que aglutina a más de 1.600 empresas de las economías más desarrolladas del mundo— desde enero de 1969 hasta diciembre de 2022. La primera conclusión es que un inversor que hubiese adquirido una herramienta capaz de duplicar la evolución de este índice en enero de 1969 y la hubiese mantenido hasta el diciembre de 2022 hubiese tenido una rentabilidad anualizada del 8,76%.

Es cierto que muchos ahorradores trabajan con objetivos de 15, 20 o 25 años, pero es poco probable mantener una inversión durante 53 años. Por ese motivo, analizamos el período teniendo en cuenta todos los ciclos de 10 años con un mes de decalaje: enero de 1969 hasta enero de 1979; febrero de 1969 hasta el mismo mes de 1979… Y así, hasta el periodo comprendido entre diciembre de 2012 y diciembre de 2022. Todo ello, imaginando que un ahorrador mantuviese la inversión sin cambios en estas fechas.

En total, conseguimos 522 periodos de 10 años de inversión con unos resultados muy interesantes:

  • En un 64,6% de los casos (337 periodos), la rentabilidad anualizada conseguida fue entre un 3,46% y un 11,45%.
  • En un 30,1% de los casos (155 periodos), llega a niveles muy altos entre un 11,46% y un 21,45%.
  • Y en un 5,4% de los casos (28 periodos), entre un -2,55% y un 3,45%.

Por un lado, el ejercicio indica que en un 94,7% de los periodos de inversión (492 sobre 522) se hubiese podido obtener una rentabilidad positiva si se mantiene la inversión 10 años. Pero, además, es muy interesante ver que la totalidad de los 155 periodos de más alta rentabilidad se produce justo tras los periodos de crisis, entendiendo estos como los peores momentos de bajadas de los mercados a lo largo del periodo examinado.

Como hemos comentado, los elementos importantes en una inversión son la planificación personalizada según los objetivos temporales de cada inversor, su propensión al riesgo, la diversificación y, además, podemos impulsar los resultados con una entrada paulatina en los mercados para “amortiguar” el riesgo. El elemento determinante, sin embargo, es la capacidad de vencer a las emociones asociadas a las subidas y, especialmente, a las bajadas de los mercados manteniendo las inversiones el tiempo necesario para que las herramientas de inversión desplieguen todo su potencial de rentabilidad. Todo esto posiblemente de la mano de un profesional que nos ayude en cada paso.

Como decía Picasso, la inspiración existe, pero te tiene que encontrar trabajando. La paciencia y valor del tiempo también son imprescindibles. Los inventores de la penicilina, de las chips o del marcapasos lo saben.