La opa: fase 3

- Guillem López-Casasnovas
- Barcelona. Jueves, 29 de mayo de 2025. 05:30
- Tiempo de lectura: 3 minutos
Era de esperar que el ministro de Economía elevara la decisión sobre la opa del BBVA al Banc Sabadell al Consejo de Ministros. Un tema que ha tenido tanta repercusión como este debe agotar todo el iter administrativo para aparentar rigor y seriedad. Y más después de la consulta pública, en la que se han pronunciado incluso algunos miembros del gobierno desde distintos ministerios. Nada nuevo, pues.
Desde mi experiencia sobre quién manda y cómo manda el regulador y el poder político español, hace ya mucho tiempo que me pronuncio, con ningún otro bagaje que el sentido común. Esto creo que acabará en una absorción sin fusión. No es un juego semántico. Absorción sin fusión: un acuerdo de opa aceptada con requerimientos, que el BBVA acogerá a estas alturas, ya que el banco ha ido demasiado lejos con la hostilidad y no creo que quepa marcha atrás; al menos sin que se lleve por delante a sus actuales dirigentes. Una aceptación con mantenimiento formal de estructura y sede en Catalunya del Sabadell —eso sí, con letra pequeña y de momento, con el crédito "grupo BBVA"; con un consejo de administración y gobierno en el que formalmente se mantendrían estructuras separadas —pero donde mandaría el BBVA en la sombra, aunque sea bajo consejeros nuevos independientes del BBVA.
Sin fusión externa aparente, pero sí interna, ya que el BBVA consolidaría las cuentas de ambos bancos. Y es que en la situación actual, el problema es saber qué puede hacer de otro modo el gobierno español para tumbar la opa, una vez se ha pronunciado la CNMC de manera unánime y Bruselas envía señales de que no se entendería algo diferente, obstaculizando ad infinitum la fusión, con remedios tipo negativa al traspaso de activos y oficinas al BBVA o exigiendo que el Sabadell deba tener unos órganos de gobierno sin consejeros ni ejecutivos de la entidad opante. En definitiva, absorción sin fusión. El propietario sería el BBVA, pero con gestores propios (y posiblemente también con consejo de administración independiente).
Esto creo que acabará en una absorción sin fusión. El BBVA ha ido demasiado lejos con la hostilidad y no creo que quepa marcha atrás
Repasemos ahora los intereses en juego. No hay otro interés general que el de preservar la competencia. Esto es, a estas alturas, cosa juzgada. Aquí entraría la valoración de si con la absorción se incrementa efectivamente el oligopolio, o si con la concentración, por distintas razones, se abaratan los costes operativos y así la competencia (reducción de sucursales y plantillas incluida). No queda claro el efecto: el análisis de la decisión de la CNMC es pobre y poco analítico (como cuando las absorciones de las cajas), algunas de las medidas son de otro tiempo y está muy centrado en municipios y distritos postales, que tienen menos sentido en un mundo digital y globalizado como el actual. No evalúa el número mínimo de bancos con experiencia que necesita una empresa mediana o grande, ni una reflexión sobre la pérdida de conocimiento soft. La evidencia empírica alternativa es dudosa. Un estudio reciente de Luis Medrano y Vicente Salas, de la Universidad de Zaragoza, que acaba de publicarse, apunta que el número de entidades competidoras afecta al precio del dinero, aunque las fluctuaciones del tipo de interés oficial por los cambios en la política monetaria del BCE tras la crisis financiera complican una causalidad lineal. Aquí está realmente el interés general para una economía y una sociedad que se ven muy afectadas por los avatares de nuestras omnipresentes y protegidas entidades financieras.
El resto son intereses de parte. Que los accionistas quieran ver mejorada la oferta de adquisición es comprensible, pero ese no es un interés general: reivindicando ese interés, de hecho, están diciendo los accionistas que el oligopolio y la competencia y lo que les pase a ciudadanos y acreedores les importa poco si ellos ganan más dinero. Efectivamente, puede pasar que de perdidos al río, algunos accionistas pueden desear a estas alturas que no se pongan demasiados remedios para preservar la competencia si estos encarecen el coste de la opa del BBVA y eso reduce el monto que el opante puede tener preparado para satisfacer en el momento de la elección final de los accionistas de la opada –decisión que, recordemos, tomarán solo ellos. Entiendo que haya algún pequeño accionista nostrat, pero con suficiente dinero sobre la mesa, es probable que finalmente San Pedro cante.
Normal que el gobierno de Illa reaccione. ¿Se imaginan qué haría el de Aragón si alguien operara sobre Ibercaja?
Que no se pierdan puestos de trabajo es loable, pero de nuevo no puede ser un interés general si el mantenimiento de estas plantillas es a costa de comisiones más altas y reduce lo que se puede retribuir a los ciudadanos que ahorran, dado que los bancos quieran así salvar sus márgenes. Además, con una banca en transformación, lo máximo que se puede pedir es que la reducción de plantillas de la entidad opada no sea superior a la media del resto de entidades.
Más. Ciertamente, el modelo productivo de pymes necesita que el crédito fluya. En este interés, el Sabadell, bien ubicado sobre el territorio, tiene sensores precisos sobre la realidad catalana; pero notemos que ya hace tiempo que todas las entidades hacen rotar a los directivos de sus sucursales para que nadie se enquiste bajo síndrome de Estocolmo (tipo antiguas cajas). Aquí el remedio puede no ser más que un mantenimiento del porcentaje del crédito con aquel destino existente anteriormente. Eso no sería interés general en la medida en que también el Sabadell, por esa vía, abandone asignaciones en favor de algoritmos más centralizados (y así menos específicos al kilómetro cero).
También existe un interés político, del gobierno actual, más que verdaderamente general: salvar el banco, con servicios centrales y personal en Catalunya. Normal que el gobierno de Salvador Illa reaccione. ¿Se imaginan qué haría el de Aragón si alguien operara sobre Ibercaja? El hecho de interés general sería aquí rehacer el escaso poder de influencia de Catalunya en España, y la aún excesiva influencia de España frente a Europa. En realidad, el Sabadell ahora ya es un banco propiedad de fondos con sede en Catalunya. Con la opa, mandaría el propietario, el BBVA, pero formalmente el Sabadell (recordemos, “grupo BBVA”) tendría, como decíamos, gestores pro