Llevo demasiados años trabajando en innovación en el ámbito internacional para haber sido testigo de unas cuantas modas o campañas de marketing y publicidad para poner el foco sobre un tema o una empresa. En muchas ocasiones, observo con curiosidad cómo el plan surge y, poco a poco, se extiende. Y de pronto el milagro se produce, con una presencia monotemática en foros, medios de comunicación y estamentos políticos. En estos últimos, generalmente auspiciados por gurús locales que ejercen su influencia como supuestos expertos. 

Una de las últimas son los nómadas digitales. El fenómeno ya tiene unos años, pero el auge del teletrabajo durante la pandemia lo ha popularizado. Surgieron en algunos sectores profesionales donde no era necesaria una presencia física para realizar los trabajos y el uso de freelances o trabajadores independientes. Muchas de estas personas tenían libertad para realizar sus tareas desde cualquier ubicación, siempre que tuvieran conexión de internet. Y apareció un nuevo tipo de profesional, viajero a tiempo completo. 

Fue bastante conocido hace unos años un blog de un norteamericano que contaba cómo había vivido en un año en 97 lugares en 21 países. Este tipo de testimonios inspiró a muchos a seguir su ejemplo de vida nómada.

En los últimos tres años, de repente, los nómadas digitales se convirtieron en el nuevo hype para muchos territorios. Han surgido multitud de webs que clasifican y puntúan a los diferentes destinos para este tipo de visitante. Lideran esta lista destinos en Tailandia, Indonesia, México o Costa Rica o destinos europeos como Praga, Malta, Portugal o las Canarias, encabezando estas los destinos en España. Como ven, los destinos turísticos habituales de muchos otros viajeros. 

En turismo internacional hemos vivido muchas modas o tendencias: el turismo de congresos, los cruceros o el turismo sanitario. Sin embargo, ¿por qué se viste a los nómadas digitales con una pátina de tecnología o atracción de talento, cuando es un fenómeno turístico? De hecho, está bastante relacionado con otro fenómeno reciente: Airbnb. Porque el recurso a la innovación o la atracción de talento parece glamouroso, aunque no se haya reflexionado sobre el impacto real en ambas variables.

Estoy trabajando en proyectos de estrategia en políticas de innovación en el sudeste asiático, República Checa o Latinoamérica, todos ellos destino de los nómadas digitales desde los inicios del fenómeno. Hasta ahora no he visto ni analizado ningún entorno en el que los nómadas digitales hayan tenido influencia en el impulso innovador del territorio que los acoge. Eso sí, es una nueva forma de captar turistas. Es lícito, pero no es innovación.

Llama la atención la rapidez en España para legislar sobre esta cuestión, cuando se ha tardado años en tomar medidas sobre cuestiones como el retorno efectivo de investigadores o las mejoras del sistema de financiación de la I+D+i. Cuestiones que están lejos de solventarse y que sí tendrían efecto sobre el tejido productivo y la capacidad innovadora. 

El Foro económico mundial publicó que aproximadamente el 40% de los nómadas pasan un máximo de tres meses en un destino. Mientras que el 55% excede ese tiempo. Por eso, necesitan una visa, ya que la de turista suele ser por 90 días en la mayoría de países.

Sin ir más lejos, la ley de startups española introdujo los visados de un año para nómadas digitales, extensibles a cinco, como máximo. Para ello, es obligatorio que el solicitante trabaje para una empresa extranjera o, si es freelance, un máximo del 20% de sus ingresos provengan de España. Es decir, su impacto económico se producirá a través de su gasto turístico. Además, si pasa a tributar en España, pagará solo el 15%, a diferencia del resto de residentes en nuestro país.

Estos viajeros normalmente no hablan los idiomas locales y suelen elegir destinos amigables, con rentas más bajas, comparadas con sus salarios. Generalmente, se unen a grupos de extranjeros que se encuentran en la misma ubicación, por lo que uno de los problemas principales es que locales y visitantes viven de espaldas. Y si no hay una estrategia para fomentar este contacto, ¿cómo se va a lograr la capilarización de conocimiento o que aporten algo al tejido productivo local?

Además, un efecto ya comprobado en algunos destinos es el de la subida de los precios del alquiler y las dificultades para los locales que buscan una vivienda. Se produce un trasvase de inmuebles a este segmento, más rentable. Consiguientemente, hay zonas que se gentrifican, ya que los negocios cambian para satisfacer las necesidades de estos clientes, olvidando a los vecinos de la ciudad, que desaparecen. Es un efecto paralelo al de las Golden Visa con los precios de venta de las viviendas, por ejemplo, equiparando a Lisboa con Londres o Roma.

Vías para desestacionalizar el sector turístico son razonables, ¿pero por qué llamarlo innovación cuando quieren decir turismo? ¿Y por qué no atajar realmente las barreras para atraer talento o entender por qué mucho del que tenemos en España en el sector tecnológico trabaja actualmente en remoto para empresas de otros países?