Novartis ha vendido su edificio de la Gran Vía de Barcelona y, de las ocho plantas de oficinas que ocupaba, se va a reubicar en un espacio mucho más reducido y lo mismo hará en sus oficinas en Madrid, en la zona norte de la M-30; Liberty Seguros ha vendido su sede del Campo de las Naciones en Madrid, donde ocupaba 8.000 metros cuadrados, de los que a partir de ahora solo utilizará como inquilino la mitad; la consultora tecnológica alemana GFT reduce sus oficinas de Sant Cugat, y de los 9.000 metros cuadrados que tenía se acomodará en apenas 4.000 metros; la big four Deloitte se ha desprendido del 30% del espacio que ocupaba en la City de Londres y en esa misma ciudad, ACCA, la corporación de referencia mundial en la certificación de los profesionales financieros, con más de medio millón  de usuarios, ha reorganizado su espacio de trabajo con puestos para el 25% de su plantilla de más de 200 empleados.

Todas estas empresas tienen como denominador común la institucionalización del teletrabajo en su operativa diaria y todas ellas, con mayor o menor intensidad, están experimentando modelos operativos ajustados a esas nuevas estructuras descentralizadas. Todas ellas, también, son el exponente de una tendencia o cambio que, contra viento y marea, se va a imponer en un buen número de sectores en el mundo de los negocios.

El teletrabajo no es una curiosidad, una moda, un elemento de flexibilidad laboral, de impulsar la conciliación o de reorganización de las formas de trabajar; el teletrabajo se está convirtiendo en un factor de cambio radical de las corporaciones y está propiciando el nacimiento de un nuevo modelo de empresa que va a revolucionar buena parte de los estándares de competitividad y rentabilidad que rigen en el mundo de los negocios. Hablamos de la empresa en remoto. Una nueva forma de estructurar de manera descentralizada la organización corporativa con impacto directo en la forma de gestionar los negocios.

Muchas empresas han adoptado de una u otra manera el teletrabajo, pero se limitan a aplicar soluciones digitales a las mismas formas de organización corporativa que tenían y apenas han cambiado su modelo operativo, salvo que ahora las reuniones duran menos tiempo. Unas pocas, por el contrario, están estableciendo protocolos de organización en remoto, con modelos de trabajo y de gestión completamente nuevos enfocados a una nueva estructura descentralizada con pautas precisas de trabajo personal, de relación y comunicación entre empleados y entre departamentos, de manejo de la estructura jerárquica y del tráfico de datos y de concomimiento, con una nueva visión del espacio corporativo, que se enfoca de forma prioritaria a la relación con los clientes y no a calentar asientos. Todo ello con la premisa clara de la responsabilidad individual de cada profesional en el ejercicio de sus funciones y el principio constante de que el rendimiento es lo que pone en valor el trabajo individual y de equipo. Las primeras puede que consigan un mejor ambiente laboral y puede que eso tenga alguna repercusión en su cuenta de resultados; las segundas, en menos espacio y con más fluidez operativa, se están garantizando menores costes operativos y mejores puestos en la carrera de la competitividad y de la rentabilidad.

¿Tiene sentido que centenares de auditores y consultores ocupen diez o doce plantas en megatorres de oficinas a lo largo del Paseo de la Castellana de Madrid? ¿O lo mismo con los profesionales TIC que pueblan los parques tecnológicos en torno a Barcelona?

Evidentemente, no todos los sectores de negocios son adecuados para este nuevo modelo de empresa en remoto. Pero, digámoslo con claridad, hay otros con modos operativos bastante desactualizados que el teletrabajo ha puesto en evidencia y para los que el modo en remoto va a ser una asignatura que tarde o temprano van a tener que abordar si quieren perdurar en el mercado. ¿Tiene sentido que centenares de auditores y consultores ocupen diez o doce plantas en megatorres de oficinas a lo largo del Paseo de la Castellana de Madrid? ¿O lo mismo con los abogados de los superbufetes? ¿O con los profesionales TIC que pueblan los parques tecnológicos en torno a Barcelona? ¿O que miles de profesionales de sector financiero que analizan riesgos o califican hipotecas estén en la oficina delante de un ordenador cuando podrían hacer ese trabajo desde su casa? En realidad, son candidatos perfectos para instaurar el modelo de empresa en remoto. Espacios de trabajo optimizados, profesionales en su casa o en donde quieran trabajando con protocolos precisos, menores costes, más productividad, más eficiencia y agilidad para una mejor adaptación inmediata a los cambios. También menos que el jefe siempre me vea, menos si no estoy nadie hace nada, menos si no estoy horas y horas no me valoran y menos no puedo perder de vista a ningún compañero o me la juego. En fin, menos vicios y perversidades de las habituales en muchos centros de trabajo.

Somos cada vez más los que creemos que la empresa en modo remoto va a ser paradigmática en el breve plazo en buena parte del escenario de negocios. Pero, por ahora, clamamos en el desierto. Los últimos datos de la EPA señalan que sólo el 12% de los trabajadores practica alguna forma de teletrabajo, sustento del modo remoto. En sectores que creemos óptimos para la implantación del modelo hay un auténtico movimiento de resistencia. Me vienen al teclado las declaraciones del líder de uno de los mayores bufetes de abogados de España, que recientemente afirmó que era una "ensoñación" pretender ser un buen profesional ejerciendo desde casa. "Si quieres ser un buen abogado y atender a clientes importantes en asuntos difíciles, no solo necesitas productividad, sino también creatividad. Y esa creatividad se logra con contacto físico, interactuando, conociendo nuevas personas e intercambiando ideas", defendió. Me temo que es firme candidato a ser arrollado por los acontecimientos en el breve plazo. Precisamente el modelo de empresa en remoto prioriza los espacios corporativos para la relación con los clientes e impulsa el uso masivo e intensivo de herramientas tecnológicas para interactuar, conocer e intercambiar ideas sin necesidad de ese contacto físico. Menos despachos y más espacios de contacto, en pocas palabras.

En algún momento, próximo creo, una gran corporación de alguno de estos sectores que he comentado, por ejemplo, decidirá dar el paso definitivo a ese modelo de operativa en remoto y se instalará en nuestro mercado en una esquina de una planta de una gran torre de oficinas, con unos cuantos espacios para reuniones, ningún despacho directivo y algunos puestos de trabajo fijo, pero bien dotada de protocolos y herramientas de gestión en modo remoto y con centenares de profesionales dispersos en cualquier parte y propondrá a su clientes unos modelos de trabajo y una tarifas que nada tienen que ver con las habituales. Entonces los que ahora están en modo resistencia tendrán que ponerse, dramática e ineludiblemente, en modo control de daños.