Esta semana, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, intervino en la clausura de la IV edición del Foro de la Asociación Española de Fabricantes de Automóviles y Camiones (Anfac). Dijo Sánchez que España quiere estar en la primera línea de transformación del sector a través del coche eléctrico, en aras del problema medioambiental. Abogó por la movilidad cero emisiones. Como deseo está muy bien, don Pedro, pero la realidad es la que es. Y los datos son los que son: España es uno de los países europeos donde menos coches eléctricos puros e híbridos enchufables se venden al año. En 2023 la suma de ambos fue del 11,9% del total de coches. En Alemania, fue del 24,6% y en Portugal un 31,8%. Estamos muy por debajo de la media de la UE, que supera el 22%.

Los motivos son muchos. Hay parte que tienen que ver con la autonomía de los vehículos en un país de gran extensión, en comparación con otros países del norte de Europa, países más pequeños. Moverse por España supone kilómetros y eso requiere autonomía. Eso explica que dos de cada tres compradores de vehículos eléctricos declaran que lo utilizan para desplazamientos diarios al trabajo y, por tanto, suele actuar como segundo vehículo, teniendo otro de combustión para viajes largos. En España, quien más quien menos, tiene familiares o lugares de veraneo a distancias largas, por lo que, en caso de tener un único coche, no puede permitirse una autonomía en kilómetros reducida.

Como también se sabe, una autonomía reducida podría ser compensada con abundantes puntos de recarga. Pero no es el caso. Estamos lejísimos de la media europea en puntos para recargar coches, y uno de cada cinco puntos, de los 37.350 que hay en España, no están aún operativos por estar en obras o pendientes de permisos: motivos burocráticos en la mayoría de casos. Es cierto que los puntos de recarga crecen mucho (un 40% en 2023), pero como la base de partida es pequeña, aún queda mucho camino por recorrer. Es una incógnita saber cómo alcanzaremos los objetivos que el Reglamento (UE) 2023/1804 obliga a los países comunitarios: tener un punto de recarga en distancias máximas de 60 kilómetros en las principales vías nacionales e, importante, en ambos sentidos de la marcha. Ya podemos correr.

Hay, sin embargo, otro motivo para que el coche eléctrico no arranque. Y no es su coste, si bien es un freno para muchos compradores. El motivo es la incertidumbre. En economía, la incertidumbre es la principal razón de que los agentes económicos retrasen inversiones, tanto en bienes de equipo como en electrodomésticos, vivienda o automóviles, sectores que tiran de muchos otros. La incertidumbre a la que me refiero no es la de la evolución de la actividad económica o el empleo, sino el no saber qué cabe esperar en cómo evolucionarán las prestaciones y precios de los vehículos eléctricos. Llevamos demasiados años escuchando “espera un poco, he oído que el año que viene bajarán de precio”, “aguarda porque dicen que vienen baterías de muchísima más autonomía”, etc. Uno o dos años así, vale. Pero es que llevamos casi una década con lo mismo.

Llevamos demasiados años escuchando “espera un poco, he oído que el año que viene bajarán de precio”

El comprador que no puede esperar, pero no quiere equivocarse, se lanza al mercado de segunda mano. Como prueba, tenemos que este año se han vendido nada más y nada menos que dos millones de coches de segunda mano, más del doble que nuevos, que se han quedado cerca del millón de unidades. El auge del renting ha contribuido mucho a ello, pues, como me decía un directivo de un importante distribuidor de coches nuevos: “Nos interesa el renting y nos viene fantástico si el cliente se cambia el coche en un año, porque así fabricamos coches de segunda mano”. “Fabricar coches de segunda mano” es una frase demoledora. Especialmente para el medio ambiente.

El comprador indeciso, de este modo, se encuentra con una decisión clarísima. Tiene coches semi-nuevos muy bien de precio que le permiten renovar su vehículo por un precio reducido, mientras espera que salga al mercado un vehículo eléctrico que no le deje con cara tonto al cabo de dos o tres años.

Es una paradoja que, siendo uno de los países del mundo líder en energías renovables, tengamos uno de los parques más reducidos y concentración de ventas de coche eléctrico más bajos de Europa. Las ayudas no ayudan, valga la redundancia. A mucha gente no le han llegado y en muchos casos son a toro pasado, incluyendo las deducciones de IRPF.

Pienso que no es tan difícil arrancar de una vez por todas esta necesaria transformación de nuestro parque automovilístico. Que todo es un tema de puntos de recarga y de proporcionar buena información al comprador acerca de lo que cabe esperar en el futuro más inmediato, de modo que la incertidumbre se convierta en certidumbre. La información es el bálsamo de todo inversor.