La carrera global por la implantación de la inteligencia artificial (IA) en el mundo empresarial ya tiene unas claras ganadoras y, de momento, no son países, sino un puñado de compañías con una bandera común: la de los Estados Unidos. Según el índice anual que elabora la prestigiosa escuela de negocios suiza IMD, las cinco compañías que lideran la adopción de esta tecnología disruptiva son Nvidia, Microsoft, Google, Meta y Amazon. Este ranking, no obstante, dibuja un mapa de la disrupción tecnológica mucho más complejo y revelador que una simple lista.

La clasificación global, que analiza un centenar de grandes empresas, es una demostración contundente del dominio tecnológico norteamericano. De las 50 primeras posiciones, 27 están ocupadas por compañías de los Estados Unidos. Más allá del top 5, la presencia se hace notar con firmas como Mastercard (en la décima posición) o Intel.

La verdadera sorpresa del informe, sin embargo, reside en la discreta representación del sector privado chino. Solo tres corporaciones del gigante asiático logran colarse en esta primera mitad de la tabla: Tencent, Alibaba y Ping An. Esta cifra es inferior a la de otras potencias industriales como Alemania, que sitúa cinco empresas (lideradas por SAP, que ocupa un meritorio sexto puesto), o Japón, con cuatro. Este desequilibrio abre un debate urgente sobre las causas.

Los expertos apuntan a un cúmulo de factores: una regulación tecnológica más estricta e intervencionista por parte del gobierno chino, que podría estar frenando la innovación ágil de sus empresas; las tensiones geopolíticas y las restricciones comerciales que dificultan el acceso a componentes clave; y, posiblemente, un enfoque empresarial más orientado a la implementación práctica y a gran escala en sectores tradicionales, menos visible en rankings que miden la adopción pionera.

La IA no es solo cosa de las tecnológicas

Aunque el podio está copado por grandes gigantes del sector tecnológico, el estudio del IMD desmonta otro tópico: la IA no es un campo de juego exclusivo para ellas. De hecho, cuando se observa la totalidad del top 100, el sector financiero emerge como el más representado, con 32 entradas, por encima de las 21 compañías tecnológicas. Este dato refleja cómo la banca y los seguros están aprovechando los algoritmos de IA para la detección de fraude, la personalización de productos, la evaluación de riesgos y la atención al cliente mediante chatbots avanzados.

Otros sectores que muestran una adopción significativa son el farmacéutico-sanitario, con 11 compañías (lideradas por AstraZeneca en el puesto 23), y la automoción, con diez representantes, incluyendo a las alemanas Volkswagen y Mercedes en los puestos 25 y 26, que emplean la inteligencia artificial para optimizar las cadenas de montaje y desarrollar vehículos autónomos.

Más allá de las posiciones, el informe del IMD aporta una prueba cuantificable del valor tangible de la inteligencia artificial. Los datos son elocuentes: las empresas que se encuentran a la vanguardia de la adopción de IA han registrado un crecimiento medio de sus ingresos del 6,79%. En el extremo opuesto, las compañías que caen en las últimas posiciones del ranking han visto cómo sus ingresos se contraían un 0,51% de media. Esta correlación pone de manifiesto que la integración estratégica de la IA ya no es una cuestión de oportunidad, sino de competitividad y supervivencia a medio plazo.

El profesor Michael Wade, experto en estrategia y desarrollo digital del IMD, analizó este estado de ansiedad empresarial durante la presentación del índice: "La mayoría de los líderes empresariales aceptan que la IA revolucionará muchos aspectos del trabajo, pero muchos están nerviosos sobre cómo aprovecharla al máximo y aún más preocupados por quedarse atrás".

La conclusión es clara. El mapa mundial de la inteligencia artificial está trazando nuevas líneas de poder económico. Mientras las tecnológicas norteamericanas se adentran en una autopista digital a toda velocidad, China, a pesar de sus ambiciosos planes estatales, parece haber tomado una salida provisional hacia una vía de servicio. El resto del mundo, con Europa y Japón en posiciones intermedias, se enfrenta al reto urgente de decidir si quieren ser conductores o simples pasajeros en este viaje sin retorno.