Una investigación internacional, capitaneada por la Universidad de Granada, ha descubierto la fórmula para anticiparse a los efectos de la naturaleza. Mediante la inteligencia artificial, el nuevo procedimiento es capaz de pronosticar una erupción volcánica con un margen de, como mínimo, doce horas, y confirmar su finalización en solo tres. Este avance supone un cambio de paradigma para la gestión de riesgos y la protección civil, transformando la incertidumbre en previsión.
La metodología, que ya ha superado con éxito el juicio del mundo real en dos de las erupciones más significativas de la última década, opera como un sistema nervioso digital para los volcanes. Analiza en tiempo real una constelación de parámetros sísmicos, no solo para anticipar el inicio de un evento eruptivo, sino también para caracterizar su comportamiento. La originalidad de este enfoque radica en el análisis conjunto e inteligente de tres parámetros sísmicos específicos que revelan la verdadera intención del volcán:
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La Entropía de Shannon: Este concepto, tomado del mundo de la teoría de la información, mide el grado de desorden o aleatoriedad de las señales sísmicas. Antes de una erupción, el caos aparente comienza a autoorganizarse. Una disminución sostenida de la entropía actúa como una señal de alerta silenciosa; indica que los terremotos están dejando de ser eventos aislados para convertirse en los precursores coordinados de una liberación inminente de energía. Es el volcán preparándose para hablar con claridad después de semanas o meses de murmullos.
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El índice de frecuencia: No todos los temblores son iguales. El magma, en su ascenso, provoca vibraciones con firmas de frecuencia distintivas. Este índice se encarga de identificar cambios sutiles en las frecuencias dominantes, lo que permite a los investigadores distinguir, por ejemplo, entre el movimiento de fluidos magmáticos a gran profundidad y la fracturación de rocas más cerca de la superficie. Es como afinar el oído para discernir qué instrumento de la orquesta volcánica está a punto de empezar a tocar.
- Las curtosis: Este parámetro estadístico funciona como un detector de eventos extremos. Es excepcionalmente eficaz para capturar los sismos más impulsivos y energéticos, que a menudo son los más significativos en las fases críticas. Las curtosis actúan como el flash de una cámara que, en un fondo de ruido sísmico constante, congela los instantes de mayor tensión y ruptura.
La eficacia de esta técnica no se basa en modelos teóricos, sino en una comprobación empírica a escala global. El sistema ha sido probado con éxito en volcanes de España, México, Grecia, Italia, Estados Unidos, Perú y Rusia, demostrando su versatilidad en diferentes contextos geológicos. El caso de La Palma fue la prueba de fuego. Durante la crisis vulcanológica de 2021, este método fue capaz de pronosticar la erupción con más de nueve horas de antelación. Pero su éxito no se detuvo en el inicio.
Cuando el volcán comenzó a dar muestras de fatiga, el análisis de la entropía de Shannon registró un cambio drástico que coincidió con la última evidencia visual de actividad, lo que permite determinar el final del proceso eruptivo casi en tiempo real. Esto ofreció un cierre científico y una herramienta objetiva para la gestión de la postemergencia.
En cuanto al volcán de Colima, uno de los más activos de América, el análisis retrospectivo de una década entera de datos (2013-2022) ha demostrado la utilidad del procedimiento para identificar no solo el inicio de fases eruptivas intensivas, sino también fenómenos complejos como el crecimiento de la lava y la transición del volcán a estadios de reposo, ofreciendo una visión sin precedentes de su ciclo vital.
Una nueva etapa para la seguridad vulcanológica
La implantación de esta metodología en los sistemas de monitorización volcánica representa un salto cualitativo en materia de seguridad. Una alerta temprana de doce horas, como la que este sistema puede ofrecer, traslada la gestión de una emergencia volcánica del terreno de la reacción urgente al de la planificación eficaz. Este preaviso permitiría a las autoridades activar con un margen realista y sin pánico los protocolos de evacuación, estableciendo cordones de seguridad, preparando centros de acogida e informando de manera continua y precisa a la población.
No se trata solo de salvar vidas, sino también de "minimizar el impacto social, económico y emocional de las emergencias volcánicas", aseguran los investigadores. El estudio, fruto de la colaboración entre la Universidad de Granada, la Universidad de Colima (México), el centro Involcan de Tenerife y la Universidad de Canterbury (Nueva Zelanda), no es solo un avance técnico. Es la piedra angular sobre la que se construirá la próxima generación de herramientas de pronóstico volcánico, una ventana de oportunidad que, por primera vez, parece estar del lado de quien debe protegerse.