La inversión en infraestructura de inteligencia artificial por parte de los gigantes tecnológicos se disparará hasta cifras históricas en los próximos años, reflejando la transición hacia una nueva era computacional. Un informe de Goldman Sachs Research calcula que el gasto de capital de estas compañías superará los 426.000 millones de euros en 2026, un incremento sostenido que, sin embargo, comienza a mostrar signos de selectividad por parte de los mercados.
Según el análisis, publicado este jueves, la inversión global en IA e infraestructura tecnológica osciló entre los 256.000 y los 324.000 millones de euros durante 2025. Esta cifra será superada con creces en el bienio siguiente, alcanzando los 450.000 millones de euros previstos para 2026, impulsada por los sólidos resultados del tercer trimestre de las principales compañías del sector.
El salto inversor es la expresión financiera de una carrera global por dominar la nueva capa básica de la tecnología: la inteligencia artificial. Sin embargo, Goldman Sachs anticipa una desaceleración progresiva de este ritmo, que podría moderarse hasta el 25% a finales de 2026. Los analistas atribuyen este contexto de futuro tanto a la maduración de los proyectos como a los límites que impondrán la capacidad de financiación y las demandas de los propios inversores, factores que actúan como freno más decisivo que la propia liquidez de las empresas. El informe subraya una división creciente en la reacción de los mercados. Mientras los inversores se muestran cada vez más selectivos, han penalizado a aquellas compañías cuya expansión en infraestructura ha comprometido la rentabilidad operativa o se ha financiado mediante deuda excesiva.
En cambio, han recompensado con fuerza los modelos de negocio que demuestran una relación clara entre el gasto de capital y los ingresos, como son los casos paradigmáticos de los servicios de computación en la nube Amazon Web Services y Microsoft Azure. Esta dinámica refleja una demanda de ingresos inmediatos, aunque se espera que el impacto principal de la IA en la productividad económica se materialice a medio plazo. El esfuerzo inversor no solo transforma las grandes empresas. Está generando una onda expansiva de beneficiarios directos en sectores adyacentes, cuyos rendimientos bursátiles ya superan el crecimiento esperado de sus beneficios por acción.
Entre los más destacados se encuentran fabricantes de semiconductores como Nvidia, operadores de centros de datos especializados, proveedores de hardware y componentes para infraestructuras críticas y compañías del sector energético, clave para alimentar las exigentes demandas eléctricas de los nuevos data centers. Paralelamente, se abren oportunidades significativas para firmas de software y servicios que desarrollan plataformas de IA o bases de datos avanzadas, las cuales podrían ver aumentar sus ingresos por la adopción empresarial.
A pesar del optimismo inversor, el informe también alerta sobre la incertidumbre persistente que rodea el momento exacto y la magnitud en que los beneficios de la IA se traducirán en resultados financieros concretos para muchas compañías. Esta ambigüedad convive, sin embargo, con una realidad incontestable: las cinco grandes tecnológicas (Apple, Microsoft, Nvidia, Amazon y Google) continúan dominando los principales índices bursátiles como el S&P 500 y el Nasdaq. Su capitalización consolidada las sitúa como motores fundamentales del mercado, más allá del ciclo inicial de entusiasmo por la IA.
La apuesta financiera tiene una proyección macroeconómica de gran alcance. Estudios complementarios, como el reciente de la consultora IDC, estiman que la adopción empresarial de la IA tendrá un impacto económico acumulado de 16,9 billones de euros en la economía mundial hasta 2030, lo que representaría alrededor del 3,5% del PIB global previsto para ese año.
Esta cifra contextualiza el gasto de capital actual no como un simple gasto, sino como fundamento de una transformación productiva de amplio espectro. En conclusión, la carrera por la IA ha entrado en una fase de expansión masiva y al mismo tiempo de maduración selectiva. Los mercados, a pesar de financiar el salto hacia adelante, piden ya señales de retorno y sostenibilidad, dibujando un escenario donde la capacidad de monetizar la tecnología comenzará a definir a los ganadores y perdedores de esta nueva era.
