Los fondos de renta fija –invierten en bonos y obligaciones públicos y de empresas- perdieron el pasado de año de media el 5,93%, convirtiéndose en el peor ejercicio de la historia para este tipo de activos después de la subida de los tipos de interés aplicados por los bancos centrales. Muchos inversores se enteraron por vez primera de que la palabra “fija” no significa seguridad y que con estas inversiones es posible perder, y mucho. Pero paradójicamente estos fondos han recibido oleadas de dinero nuevo a lo largo del pasado año: en total 14.837 millones de euros, siendo la categoría de fondos por la que más ha apostado el ahorrador español.

Estos fondos de renta fija son los que más dinero mueven en el mercado español. Cerraron el año con un patrimonio de 89.133 millones de euros, muy por encima de los fondos globales, donde los españoles tienen ahorrados 63.181 millones de euros. En total, el patrimonio de los fondos en sus distintas categorías asciende a 306.351 millones de euros a cierre del pasado ejercicio.

Las pérdidas en los activos de renta fija se producen cuando suben los tipos de interés y el pasado año lo hicieron y de forma muy contundente. En enero de 2022, los bonos a 10 años que emite el Tesoro español ofrecían en el mercado una rentabilidad del 0,665% y cerraron en el 3,66%. Esa subida de la rentabilidad tan brusca se refleja en que los bonos al 0,665% deben ajustar su precio (es decir, bajar) para ofrecer la rentabilidad del momento actual. Un momento que día a día va cambiando en los mercados donde se negocian estos bonos.

Este ajuste de los precios explica que se pueda perder dinero en renta fija, ya que el cupón que ofrecen es independiente al precio que se refleja en los mercados. Las pérdidas en 2022 han sido históricas y la media recogida por Inverco (Asociación de Instituciones de Inversión Colectiva) refleja una caída media de ese 5,93% antes apuntado, aunque la mayoría de los fondos han perdido mucho más que ese porcentaje.

Pese al susto vivido en 2022 en los fondos de renta fija, estos han seguido captando mucho dinero a lo largo de ese año fatídico: casi 15.000 millones, la mayor cuantía respecto al resto de categorías. 

Apuesta por tipos más bajos

La entrada de dinero fresco y el voluminoso ahorro en fondos de renta fija supone que tanto inversores como gestores de fondos están haciendo una apuesta a que los tipos bajen o se mantengan en los actuales niveles. Si volvieran a subir en el mercado de deuda, retornarían las pérdidas a las carteras y 2023 sería nuevamente un año fallido para estos activos.

Ahora bien, el mercado de bonos está teniendo un comportamiento muy volátil y es difícil predecir cuál será la dirección de los tipos. En una foto fija del presente que explica también la buena marcha de la Bolsa en el comienzo del año, los mercados esperan un rápido control de la inflación, un deterioro de la economía tanto estadounidense como europea, con lo cual los bancos centrales (BCE y Fed) aminorarán la marcha de subida de los tipos y no contagiarán en sus tipos de intervención a los de más largo plazo como los que ofrecen los bonos y las obligaciones. Este discurso de un aterrizaje suave de la economía y menor dureza de los bancos centrales cuajó también a finales del pasado mes de octubre, cuando los tipos del bono a 10 años en los mercados estaban en el 3,55%. Tras este nivel cayeron hasta el 2,77% de comienzos del pasado mes de diciembre. Lógicamente, aquí se produjo una ganancia en el precio del bono al caer el tipo de interés.

Pero los buenos datos de empleo en Estados Unidos conocidos a principios de diciembre y su pujanza económica revirtieron el discurso en tan solo unos días, y el sentimiento tornó a unos bancos centrales que deberían actuar con dureza para desacelerar las economías y evitar tensiones en los precios. Así, desde el 7 diciembre, los tipos volvieron a subir en el mercado del 2,77% hasta el 3,66%, provocando nuevamente pérdidas en los bonos.

El panorama de los tipos en los mercados está aún muy lejos de ofrecer un cielo despejado. Los bancos centrales han anunciado la reducción de sus balances, vendiendo los bonos que adquirieron durante 2020 por la pandemia del Covid-19 y además los distintos Estados han aprovechado una década de tipos bajos o negativos para endeudarse aún más. Un problema que se puede acrecentar en los países de la periferia del euro como Grecia, Portugal, España y sobre todo Italia que tendrán que sustituir la mano compradora del BCE por otros inversores dispuestos a adquirir esa deuda. Bien es cierto que Europa anunció hace meses un plan para evitar colapsos en los periféricos pero eso no está reñido con que suban los diferenciales respecto a los países centroeuropeos más sólidos en sus cuentas. Paradójicamente, el inversor español en fondos redobla su apuesta por estos activos