La gran multinacional de comida rápida McDonald's ha salido por primera vez de Estados Unidos para celebrar una de sus convenciones bianuales y aterrizar en Barcelona, donde alrededor de 14.000 personas asistirán estos días a las conferencias de los directivos y al encuentro entre proveedores, empleados y franquiciados. Estos últimos, atados por un contrato de 20 años a un elevado pago de rentas y royalties, reconocen la dureza de las condiciones, pero lo aceptan al calor que les da la fuerza de una marca mundial. "Si está pactado, no es caro", resumía un franquiciado brasileño a la salida del recinto de la Fira Gran Vía a las cuatro de la tarde.

En una conferencia a la que los medios no tienen acceso, el CEO de la empresa, Chris Kempczinski, "habló de la fuerza de la marca y de los fans", según contó un franquiciado español a ON ECONOMIA. Otros reconocían que no habían podido acceder a la sala porque estaba llena desde minutos antes de empezar la charla. En general, la norma de los franquiciados es no hablar con la prensa ni siquiera de manera anónima. "Tenemos un contrato de confidencialidad", contaba un propietario de 5 franquicias en el norte de España. "Sabes que no puedo hablar con la prensa", resumía un empleado británico. "No me interesa", remataban la mayoría a paso rápido al ser interpelados. 

Pocos días antes de la convención, el bufete de abogados Cremades-Calvo Sotelo relataba a ON ECONOMIA su intención de poner una querella criminal por estafa a la multinacional de la hamburguesa y los dos arcos. La imposición de pagar a un operador logístico que distribuye todo el material de McDonalds, con el sobrecoste que eso genera, y la obligación de pagar las promociones a través de una cooperativa que envía parte de la recaudación a la publicidad mundial de la marca, indignó a un franquiciado rebelde, que perdió su primera batalla judicial, y ha despertado a otros franquiciados y exfranquiciados que planean sumarse a esta querella. 

En el telón de fondo de la demanda contra una presunta ilegalidad se encuentra un modelo de negocio muy costoso, que es bastante similar en todos los países donde opera. El 95% de los negocios de McDonald's son franquicias y la empresa reconoce que hace más negocio con los bienes que les alquila que con las propias hamburguesas. 

Para abrir una franquicia, un emprendedor debe aportar de inicio 950.000 euros, de los cuales un tercio debe ser inversión propia sin financiación, y asumir un pago de 45.000 euros por los derechos de la marca. A ellos se le sumará una renta que incluye todos los servicios de la marca y que se calcula en función de las ventas (el porcentaje es variable), un 5% de las ventas netas en royalties y un 4% más de las ventas destinado a la publicidad de la marca. Además de los requisitos económicos, se realizan entrevistas personales y un periodo de formación, así como en general te obligan a tener dedicación exclusiva a la marca. 

"Es un precio un poco alto"

¿Son unas condiciones demasiado duras? "Es un precio un poco demasiado alto", reconocía un franquiciado francés que aligeraba el paso para no profundizar en las críticas. "De eso no voy a hablar", zanjaban hasta tres franquiciados españoles. "Yo no tengo ninguna queja. Solo tienes que ver a la gente que entra y sale: ¿los ves felices o los ves tristes? Yo los veo sonreír", resumía otro franquiciado español.

"No es que el negocio me vaya muy bien y esté supercontento, pero tampoco me voy a poner a quejarme sobre las condiciones, porque ya las conocía cuando las firmé. Lo que haré es apretar e invertir más para que el negocio crezca", defendía un franquiciado británico, en la misma línea que el brasileño, que aseguraba que el modelo de negocio no puede ser duro si está "pactado". 

Un franquiciado alemán era, de todos los que accedieron a hablar, el más elogioso con el modelo. "Es un sistema estricto, pero llevo 30 años en él, la mitad de mi vida, y siempre me han tratado bien y es justo. Y el negocio me funciona", resumía el hombre, dueño de 13 franquicias en el país. 

Dua Lipa y The Killers para cerrar

Las banderas y el color del uniforme distinguían por países a los asistentes como si fueran equipos olímpicos y el color de la cinta de la acreditación diferenciaba a los asistentes entre trabajadores de franquicias, propietarios de las mismas, empleados y proveedores. "Para nosotros es una alegría formar parte de una gran marca mundial", decía el trabajador de una franquicia francesa. "Vengo, sobre todo, a aprender", añadía un norteamericano. 

Los proveedores explicaban que pagaban 1.500 euros por la entrada y que por un stand se podrían llegar a pagar 20.000. "Las condiciones de McDonald's para comprarnos el producto son las adecuadas", explicaba Adrián Alvarado, gerente de venta en Latinoamérica de Tyson Foods, quinta mayor empresa alimentaria del mundo que vende hamburguesas de pollo a la gran marca. "Solo hemos hecho tres clientes en un día, había muy pocos españoles, ¡esperábamos más!", lamentaba un proveedor dedicado al tratamiento de residuos. 

La primera jornada de las cuatro que se celebrarán en Barcelona ha finalizado a las cuatro de la tarde ante una larguísima cola para coger taxis y con varios autobuses a las puertas del recinto para llevar a los asistentes a sus hoteles alrededor de la ciudad. La experiencia de Barcelona seguirá más allá de las convenciones para los trabajadores de McDonald's y culminará, informa El País, con un concierto privado de Dua Lipa y The Killers en el Palau Sant Jordi.