La excepcionalidad se convierte en norma para los catalanes. Una vez más, las circunstancias en las que irán a votar resultan ser absolutamente anómalas: ahora es la tercera ola de la pandemia, absolutamente descontrolada, la que marcará el ritmo, sumándose a todo lo que han vivido durante los últimos años.

De momento, más de mil personas que han sido llamadas a estar en mesa el día de las elecciones han pedido amparo ante el Síndic de Greuges, Rafael Ribó, apelando a la defensa de su derecho fundamental a la salud.

La campaña electoral comenzó anoche, y esta mañana los presos políticos han sido puestos en tercer grado penitenciario, un hecho que marca sin lugar a dudas este camino hacia las urnas, aunque la Junta Electoral Provincial de Barcelona ya se ha apresurado a prohibir cualquier tipo de acto de reconocimiento por considerar que, indirectamente, estarían haciendo campaña política. Algo absurdo porque los presos políticos sí pueden participar en actos políticos y pedir el voto. 

Cuixart ha pedido, ya que el 14-F se llenen las urnas de votos soberanistas, apelando así a la participación masiva en unos comicios en los que el independentismo deberá mostrar -una vez más- músculo. Hay quien plantea estos comicios como plebiscitarios y asegura que si el independentismo obtiene más del 50% en las urnas, darán los pasos necesarios para proclamar la independencia. 

Y a nivel europeo, vivimos una guerra entre la UE y AstraZeneca a causa de la falta de cumplimiento con la entrega de las vacunas por parte de la farmacéutica. Otra aventura más que no esperábamos ver en un contexto en el que cualquier cosa ya puede ser posible.