Pilar Zabala, la candidata de Podemos a las elecciones del País Vasco, es la última oportunidad del régimen de la Transición de mantener vivo el terror que ha forjado la unidad de España. Cualquiera que observe la vitalidad espectral con que se mueve y habla, y escuche su discurso, comprenderá por qué Franco gobernó durante más de tres décadas y por qué la campaña de los 25 años de Paz caló tan hondo que incluso todavía hoy se recuerda.

El terror, cuando no consigue destruir a sus víctimas, a menudo las vuelve inofensivas. Conozco a personas que han optado por un camino ideológico opuesto al de Zabala y, aunque no lo dirías, actúan impulsadas por el mismo pánico al conflicto y a la marginación. Aunque no lo sepa, Zabala también representa a aquellos que un día se acercaron al franquismo, o más tarde al PSOE y al PP, no por convicción sino para asegurarse de que a ellos no les pasaría lo mismo que pasó a sus padres o a sus abuelos.

Zabala es candidata de Podemos a la presidencia del País Vasco porque su hermano fue torturado, asesinado y enterrado con cal viva por representantes de las fuerzas de seguridad del Estado español. Aunque haga daño, es importante recordarlo. Si su hermano no hubiera querido la independencia del País Vasco, la fuerza simbólica de Zabala se desvanecería. Su figura no serviría para intentar explotar el dolor de las víctimas de la historia de España a base de sublimarlo en un discurso angelical y esterilizador.

El silencio sepulcral que Zabala dejó caer en medio del plató de Euskal Telebista, cuando el candidato del PP, Alfonso Alonso, le explicó que la ley española no reconoce su condición de víctima del terrorismo, puso de manifiesto qué limitaciones tienen sus posiciones políticas y hasta qué punto hacen daño a la causa que costó la vida a su hermano. Cada vez que Zabala dice que la desigualdad social es más prioritaria que el pleito nacional, o que antes de un referéndum hay que blindar los derechos humanos, de manera consciente o inconsciente intenta destruir el pasado para sobrevivir.

Nacida en 1968 en Tolosa, la vida de Zabala quedó marcada con la desaparición de su hermano Joxi en 1983. Como explicaba un periodista de El Mundo que la entrevistó, 32 años después la candidata de Podemos todavía parece que se vaya a romper cuando habla de él y del dolor que su tortuosa muerte produjo en la familia. Antes de dedicarse a la política, Zabala trabajó de odontóloga, disciplina que decidió estudiar después de ver horrorizada los restos que habían quedado de su hermano y de José Antonio Lasa.

Durante la campaña electoral, un vídeo grabado en su casa ha levantado críticas entre los que encuentran incompatible defender los intereses de la gente que no tiene trabajo y el hecho de vivir en una casa de más de un millón de euros. Zabala vive en Zarautz, un antiguo pueblo de pescadores de ballenas con aires de ciudad balneario, que Isabel II convirtió en residencia estival para contentar a las oligarquías vascas durante los años fuertes del carlismo.

Zabala ha recibido a muchas más críticas por vivir en un piso caro que por postergar el referéndum

Zabala se ha justificado explicando que compró el piso con el dinero de una indemnización que recibió después de sufrir un accidente de tráfico. En un vídeo que grabó para responder a los ataques, cuenta que en el accidente perdió dos falanges de la mano derecha y que eso le obligó a dejar la odontología. Aunque es curioso que Zabala haya recibido más críticas por el hecho de vivir en un piso caro, que por condicionar el referéndum a la reforma de la Constitución, no hay que ser demasiado espabilado para ver que un país que premia la desgracia por encima del talento está condenado a la decadencia, y a una conflictividad progresiva.

En todas las épocas de inestabilidad, el sistema da protagonismo a los sectores humillados para chuparles la sangre y después volver a tirarlos por la borda, una vez han servido para legitimar cambios estéticos. Aunque Zabala parezca el camino más rápido para superar el trauma del terrorismo, pronto se verá que ni España ni el País Vasco podrán empezar a dejar atrás a ETA hasta que los presos no empiecen a salir de la prisión y puedan reivindicar por la vía democrática lo mismo que reivindicaron con la violencia tiempo atrás.

Zabala es una herida con patas que lucha por ir hacia la luz, pero también es el exponente más perverso de la explotación del odio y del resentimiento que Podemos hace de las víctimas del sistema para asaltar el poder. La táctica de promover gente herida para dominarla y para explotarla a través de su dolor, la hemos sufrido tanto en Catalunya que produce una mezcla de temor y de satisfacción diabólica ver como las fuerzas del Estado van esparciéndola como un virus por el conjunto de España.

Cuando Zabala condiciona la celebración de un referéndum en el País Vasco a una reforma de la Constitución, porque "el conflicto no se resuelve con más conflicto", me recuerda a un dicho de los indígenas de Quebec: "Preferimos a un racista anti indio que a un blanco anti caza, porque nos hace menos daño". Aun así, como Dios es bueno estoy seguro de que la emergencia de Zabala conseguirá el efecto exactamente contrario de lo que buscan los que utilizan su drama con la frialdad de lagartija típica de los politólogos y otros académicos de las ciencias sociales.