Marta Pascal es la respuesta que la nueva Convergència prepara a la personalidad de Ada Colau y a la probable hegemonía de las izquierdas, en un escenario postindependentista. Si el prestigio de Colau viene del activismo y de las performances en la calle, el de Pascal viene de haberse pasado la vida estudiando y preparándose.

Pascal es una mezcla de Harvard y de piedra en la faja. Hábil y determinada, tiene un currículum académico impecable y una trayectoria política perfecta. Desde el punto de vista estético, es una versión carlista de la alcaldesa de Barcelona. Lleva ropas anchas y tiene un aire de matriarcado mediterráneo. Sus orígenes familiares entroncan con el corazón del imaginario pujolista.

Nacida en Vic en 1984, Pascal se afilió a la JNC en el 2006 y fue presidenta entre el 2012 y el 2015. Es licenciada en Historia y en Ciencias Políticas y de la Administración –con premio extraordinario de final de carrera–. Ha hecho cursos de liderazgo en Madrid, Barcelona y en los Estados Unidos. Hasta hace un par de semanas se planteaba empezar la tesis doctoral sobre este tema.

Una prueba de la habilidad que tiene para navegar es que, después de haber intentado sacar a la JNC de las juventudes liberales europeas para impulsar un giro socialdemócrata, ahora es vicepresidenta del Alde, el grupo de los liberales europeos. En la JNC, creció al lado de Gerard Figueras, que fue un presidente controvertido, manipulable y buena persona. Cuando Figueras agotó el mandato, Pascal se hizo con el timón de la organización contra la candidatura oficialista.

Como Colau, Pascal tiene fama de ser directa y de no pagar hipotecas. Sólo viendo cómo camina ya se ve que tiene empuje y que es fuerte como un toro –detalle importante, porque la resistencia física es imprescindible en política–. Aunque tiene fama de ser una mujer libre y valiente, igual que Colau, sabe exponerse de manera calculada, respetando las jerarquías establecidas y jugando a ser el mal menor.

Sin la presión que la CUP hizo para apartar a Mas de la Generalitat, Pascal no estaría hoy en condiciones de devenir la coordinadora general de la nueva Convergència y de hablar de revolución dentro del partido. Casada y madre de una criatura, su perfil es ideal para defender la sanidad y las escuelas concertadas delante de las izquierdas. Quizás porque su padre murió joven, valora sinceramente las opiniones de los veteranos, cosa que, en unos tiempos tan adolescentes, la protege y la ayuda a vincular personas.

Básicamente hay dos interpretaciones sobre las razones que han catapultado a Pascal en la refundación de Convergència. Una dice que Lluis Corominas tiró "el bistec del nombre" del nuevo partido para distraer a la militancia de otros temas y que, sin listas abiertas, Pascal no pasará de ser un maquillaje; incluso aunque la cadena de mando se haga más larga y, por lo tanto, más débil.

La otra interpretación dice que Pascal tenía pensado el asalto a la cúpula del partido y que dio largas a Jordi Turull, previendo que el congreso no sería tan pacífico como la dirección preveía. Según esta versión habría logrado esquivar a Mas y a Puigdemont y habría vuelto a ganar a Jordi Cuminal y companyia, com en los tiempos de la JNC. 

Ella se toma la nueva situación con cara de no haber roto ningún plato. Dice que le quedan una docena de años de dedicación a la política y que, cuando termine, quiere dedicarse a hacer carrera académica. En mi opinión, el punto decisivo de la regeneración de la nueva Convergència no se encuentra en el discurso sobre el modelo social, la frescura de la nueva política, o la herencia de Pujol. Se encuentra en los matices que definan la actitud del nuevo partido ante la independencia.

En este sentido, Pascal tiene una virtud que también puede ser un defecto y es que sólo ve hasta allí donde le resulta conveniente. Eso tanto la puede convertir en la comediante perfecta, como en una figura importante para dar el golpe de gracia al autonomismo. Al fin y al cabo, nació en democracia y, políticamente, se ha formado con el horizonte puesto en la independencia. La habilidad que ha demostrado hasta ahora no es nada con la audacia que va a necesitar para no acabar convertida en una mano innocente más del poder establecido.