Maria Rovira Lastra, conocida entre los internautas como Oye Sherman, me escribe por DM, mientras la espero en mi mesa de siempre del Velódromo: "Ey, Enric. Te espero fuera, que estoy constipada y el aire acondicionado me mata".

No recordaba –pienso mientras cojo el café y me encamino hacia la terraza con resignación– que los humoristas se constipan más en verano que en invierno. Es sencillo de entender. Moquear a 32 grados centígrados, bajo un sol azteca, es un chiste en sí mismo.

Si encima obligas a la gente a prescindir del aire acondicionado para poder hablar contigo, las posibilidades para la broma se multiplican. "¿No vienes con el anorac? ¿Quieres un Cacaolat caliente? ¿Por qué no hemos quedado de madrugada?".

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Me fijé en Rovira haciendo el cotilla por Internet, con un vídeo de estos que publica para Minoria Absoluta. Hablaba de los poemas que escribía cuando era adolescente. Confesaba que cuando iba al instituto tenía un word titulado Arañando espejos lleno de textos depresivos.

"Hay dos clases de adolescentes –contaba–: Los que follan y los que escriben poemas diciendo que se quieren morir". También recordaba que empezó a escribir en castellano porque, en Catalunya, todo literato empieza practicando con la lengua del imperio, aunque sea bilingüe como Jordi Gracia o se llame "Montserrat Rocafeliu Puigberenguer".

Lo explicaba con una gracia natural, de Mowgli que juega alegremente con los animalitos de la selva sin pensar en la suerte que tiene que el oso y la pantera lo protejan. Me recordó a mis amigas de la escuela. La misma estética pastoril, el mismo feminismo arisco y los mismos prejuicios de la izquierda puritana, pero con internet y los colores indigenistas de la CUP.

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Durante la entrevista, descubro que Rovira fue a la misma escuela que yo y que tuvo los mismos profesores que yo, pero 17 años más tarde. Súnion es una escuela cara y buena, que recibe a los padres diciendo que quiere hacer ciudadanos libres, con imágenes de fondo de la Grecia clásica, y después hace cantar a los alumnos canciones de Lluís Llach.

"¿Cómo es que empezaste a escribir en castellano?", le pregunto. Súnion era una escuela catalanísima. Cuando yo estudiaba incluso nos saltamos la asignatura de Castellano todo un curso –cosa que no me impidió sacar buenas notas en la universidad ni que mi mejor amigo escribiera una canción que hacía: "Heroína, hija puta asesina"–.

"Supongo –me dice Rovira– que el castellano me sonaba mejor porque había más distancia entre texto y yo". Como lo veía en compañeros de mi generación y lo veo todavía en algunos alumnos, entiendo que el castellano le daba la distancia que entonces no podía alcanzar mediante la experiencia, la inteligencia, la cultura y el autocontrol.

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"Cuando quería sonar trascendente o quería hacer gracia –continúa– me parecía que el castellano quedaba mejor. Era un efecto del desconocimiento, claro, el mismo que se produce cuando escribimos una carta en inglés y nos parece que nos ha quedado de coña".

Ahora escribe en catalán, pero ya no sueña con ser escritora. Y eso que la vocación era fuerte: a los 9 años ya escribía poemas. Después, abrió un Fotolog donde vertía textos depresivos y hacía conversar a dos polluelos de pascua imitando a una pareja de pingüinos de un programa que se llamaba El Mundo de Beakman.

Los polluelos que salen en su cuenta de Twitter están inspirados en este programa de los años noventa, que ganó un montón de premios. Aunque le gustaría publicar algún libro, dice que también "quiere hacer otras cosas". Las ambiciones literarias se han moderado desde que leía a Roald Dahl y abrió el primer blog estando de Erasmus en Roma.

Se empezó a especializar en el humor recitando poemas en un bar del Born. Vio que leyendo tuits la gente se reía y tenía éxito. Dice que haciendo humor se siente más cómoda que  textos serios porque "si el otro ríe, el texto ya está justificado". También dice que el Twitter como dietario va muy bien, porque te obliga a sintetizar y a elevar tus mierdas personales.

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"¿Has tratado de llevar un dietario, como Dios manda?" –le pregunto–. "Sí, pero soy muy despistada y cada vez que me compro una libreta y empiezo a apuntar mis cosas la acabo perdiendo y mis pequeños dramas quedan abandonados en cualquier bar o esquina oscura a merced de las cotillas".

El humor de Rovira es inofensivo, pero todavía es limpio y no cae de las manos. A veces hace frontera con un submundo de desganados y atormentados que hacen chistes en Twitter porque no tienen fuerza para crear nada más. Aun así, en los chistes que graba para Minoria Absoluta es capaz de introducir Rodoreda o Ramon Llull y que le quede gracioso y natural.

Tengo curiosidad por ver qué hará dentro de 5 o 10 años. Una vez superado el misticismo pachanguero de adolescente intensa, ¿se quedará en la coñita juvenil o hará alguna cosa más? Mientras se va a trabajar a Catalunya Ràdio, pienso que todavía razonamos y escribimos demasiado desde las ruinas. Como se nota que hace muchos años que, en la cultura oficial, no se defiende ni se ama seriamente algo en catalán.

Supongo que por eso veo a tanta gente dormida. Tanta gente que sólo quiere intoxicarse un poco más. Por eso hay esta pederastia moral, de tantos adultos que en el fondo consideran una desgracia haber salido de la guardería. De progres que todavía no han digerido que los comunistas pactaran con los nazis y después con los franquistas.

"Si desaparecieran los niños, los adultos se morirían de aburrimiento y de resaca", leo en el timeline de Rovira. Oye Sherman, aunque seas muy de izquierdas, dime que era crítica social feroz, y no melancolía decadente disfrazada de ironía.