Es poco frecuente que el tema informativo de la semana —la guerra entre los poderes del Estado— se arrastre hasta las portadas del domingo, día que los diarios impresos preparan con antelación, como es el caso de ABC, que tenía previsto desplegar en primera la entrevista con el Papa Francisco. O de El Periódico y de Ara, que no han querido renunciar al especial dedicado a la retirada de Joan Manuel Serrat, un material preparado con cuidado, incluida la portada. El Periódico incluso no se llama "de Catalunya" sino "de Serrat". Los dos diarios son, ciertamente, de coleccionista. Sirve comentar, sin embargo, un pequeño contraste. El Periódico dice en un subtítulo que "artistas, intelectuales y políticos glosan al intérprete", mientras que Ara, a su vez, explica que "compañeros de infancia, músicos y seguidores hacen un retrato coral". Nada, solo que admira un poco que el diario ahora editado por Prensa Ibérica no haya levantado —al menos en portada— esta bandera tan típicamente suya de la gente y la calle en lugar de la de los VIPs y los buenos salones. Da igual, porque las cosas cambian, por suerte, y este comentario es un detalle de señor mayor. Este domingo seguro que vale la pena comprar ambos diarios de papel.

Otras cabeceras llevan en portada la promesa de explicarnos qué hay detrás del enfrentamiento a muerte entre el grupo del PP, la mayoría parlamentaria del gobierno español y la actual mayoría del PP en el Poder Judicial y en el Tribunal Constitucional. El País, El Mundo, La Razón y La Vanguardia abren con la cosa. Los dos primeros diarios ofrecen una reconstrucción de la crisis, el diario de la progresía boomer la enfoca desde el lado de los que promovían la intervención del Tribunal Constitucional en las deliberaciones del Congreso. El tabloide ultra, en cambio, explica las penas y trabajos de los socialistas para mantenerse unidos en favor de las reformas legales promovidas por la Moncloa.

En el fondo, unos y otros hacen soplar el viento de la portada a favor del relato que han fabricado esta semana. Para unos se trata de una operación de los sectores más conservadores del foro, del Estado profundo o Deep State, para no perder la mayoría dentro del Poder Judicial y del Constitucional. Para los otros, la situación es la prueba definitiva de la ilegitimidad del actual gobierno español —argumento de la derecha desde la moción de censura que tumbó a Mariano Rajoy—. A los diarios y al kommentariat de Madrid, y a buena parte de la élite política y mediática catalana, les gusta presentar el fondo de todo el asunto como una pugna entre las diferentes maneras de "cerrar" el procés soberanista en Catalunya, con el telón de fondo de las próximas elecciones municipales y autonómicas. Los que cuelgan la bandera de una porra y no de un mástil, no quieren abandonar la línea más represiva: dejar la solución en manos de los jueces y la policía. Los otros querrían resolverlo ahora, deprisa y corriendo, excarcelando a los condenados vía indultos parciales y retirando de los tribunales a los procesados por la puerta de atrás, al precio de que no se vuelvan a remover las aspiraciones independentistas. Continuará. Porque el fondo del fondo es la lucha por el poder real y crudo, del que emana la política, la justicia y la administración del Estado.

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