Si una cosa tiene el procés es que, a su paso, ha dejado ríos de tinta. No sólo en los medios de comunicación. Muchos de sus protagonistas directos se han decidido a escribir su versión de los hechos en múltiples libros. Uno de los que verá la luz los próximos días será el de Enric Millo, que lleva por título 'El derecho a saber la verdad' (Ediciones Península). Quien fue delegado del Gobierno de España en Catalunya durante los meses clave, entre noviembre de 2016 y junio de 2018, repasa la tensión vivida en octubre del 17, con afirmaciones contundentes como que Puigdemont "ansiaba" las imágenes de violencia policial vivida el 1-O.

El libro saldrá en venta el próximo 10 de marzo, pero este diario ha tenido acceso a un adelanto editorial. Millo recupera la idea del "parany del Fairy", según la cual -espoleados por Govern de la Generalitat- los votantes actuaron con violencia contra las fuerzas policiales españolas, provocando una reacción represiva que era la imagen que quería al ejecutivo catalán para "llamar la atención de la comunidad internacional". La tesis de l'histórico dirigente del PP catalán, actualmente secretario general de Acción Exterior a la Junta de Andalucía, es que "para el independentismo el diálogo era un peligro" y "significaba un fracaso".

Durante los meses previos al referéndum, Millo fue la mano derecha de la Operación Diálogo de Soraya Sáenz de Santamaría. Él mismo la define como "una doble estrategia envolvente" que de un lado aspiraba a hablar "sobre políticas públicas concretas" y del otra "tratar de tú a tú con todas las instituciones catalanas", tanto políticas como sociales y económicas. Explica como, en una reunión privada con Junqueras le planteó si estarían dispuestos a aceptar un referéndum sobre la independencia a todos los españoles. El entonces vicepresident le respondió que de ninguna manera.

El escenario que dibuja al exdelegado del Gobierno en Catalunya es de un "desafío total" del independentismo ante el cual Rajoy sólo tenía dos salidas: "ceder y aceptar la vulneración de la legalidad y de los derechos de los ciudadanos" o la "confrontación civil" a través de "el uso de la fuerza por parte del Estado para poder restaurar la orden constitucional". Millo confiesa que esta segunda posibilidad le generaba "mucha preocupación", pero acaba concluyendo que Puigdemont y Junqueras no dejaron ninguna otra salida, porque "habían perdido el juicio".

Los presos dan mayoría y unidad al independentismo

Consciente de las críticas que recibió el gobierno que él representaba por el hecho de haber sido incapaces de localizar las urnas, Millo quita hierro al asunto y asegura que eso no fue lo importante, porque según él el independentismo habría hecho el 1-O aunque fuera con cajas de cartón. "Nos enfrentábamos a un win-win seguro por parte de la Generalitat", afirma. Dejar celebrar el referéndum era una derrota, dice, pero hacer uso de la violencia policial daba alas al relato "victimista" que dejaba al gobierno como un "estado antidemocrático".

Es en este punto que Millo acusa Puigdemont de utilizar "niños y personas mayores para impedir la actuación de la justicia", con "murallas humanas". Y aprovecha para criticar que la jueza decidiera, en contra del criterio de la Fiscalía, que la orden de precintar colegios no fuera desde el viernes, sino a partir de la mañana del domingo. "Puigdemont necesitaba, ansiaba, las imágenes para legitimar el referéndum," sentencia Millo, que señala como el entonces presidente "deseaba aquel escenario", el de una "escalada de violencia".

A partir de ahí narra "la película" de aquel día. "Hostilidad" de los manifestantes, la "técnica del Fairy", "radicales". "No importaban las consecuencias", apunta Millo, "él -Puigdemont- quería fotos, no democracia, aunque tuviera que utilizar niños y personas mayores como rehenes". Si bien reconoce que "visualmente" fueron "imágenes que no resultan agradables", celebra que "finalmente fue el Estado quien doblegó a los líderes que habían desafiado la democracia" gracias a la aplicación del 155.

Con todo, quien fue la tercera autoridad en Catalunya durante la efervescencia del procés reconoce en su libro que "nunca" "se ha alegrado de que haya presos" porque "no ha facilitado las cosas". Desde su punto de vista, "sin presos preventivos antes del juicio, ni el independentismo tendría mayoría absoluta ni se mostraría tan unido".