El diccionario del Institut d’Estudis Catalans define el catalanismo de tres maneras diferentes. La primera hace referencia simplemente a una forma de expresión catalana usada en otra lengua. La segunda nos interesa más: "devoción a las características y los intereses nacionales catalanes". La tercera es más precisa: "el movimiento que defiende el reconocimiento político de Catalunya". Las Bases de Manresa de 1892 se consideran el inicio de este pensamiento, si bien desde el punto de vista conservador y sin perder de vista que la Renaixença es el punto de partida cultural. Y que, como decía Joan Fuster, hay catalanistas porque hay españolistas y esto nos lleva, como mínimo, al 1714. Sea como sea, los hechos de octubre, aún a medio digerir, están empezando a generar mucha tesis doctrinal y ya hay quien anuncia que el catalanismo, entendido también como la manera de contribuir a la construcción de España, ha muerto. Y esta es la pregunta: ¿el catalanismo ha muerto? La respuesta es obviamente que no, pues hay muchos partidos que reclaman su herencia, empezando por los restos del naufragio de la antigua CiU y por el PSC.

En el libro-entrevista que Àngels Barceló ha hecho con Joan Tardà y Xavier Domènech, el exlíder de los Comuns critica a quienes decían que el independentismo sería la muerte del catalanismo porque lo confundían con el pujolismo. Hay otros autores como Joan Manuel Tresserras que hablan de "republicanismo" o Jordi Graupera que dice abiertamente que sí, que el catalanismo ha muerto. Pero Domènech cree que esto sería hacer un mal favor a Catalunya. Lo dice, y es así, porque hay sectores del país que se han sentido agredidos por el proceso independentista y que esto les puede llevar ―lo hizo en las elecciones que ganó Ciudadanos el 21-D del 2017― a rechazar consensos básicos que hacían posible que el catalanismo fuera mayoritario o, como mínimo, una minoría determinante en el país.

Si tú no conoces o no entiendes a tu país, la reacción de los votantes puede ser imprevisible

Ahora hay partidos ―desde el PSC a Lliures― que quieren ser herencia del viejo catalanismo. De hecho, el catalanismo (o el catalanismo no independentista) puede ganar las próximas elecciones españolas en Catalunya. Por tanto, el catalanismo no ha muerto. Otra cosa es que tenga razón Joan Tardà y que consideremos que de catalanismo lo hay independentista, de confederalista, de federalista, de autonomista o de regionalista. Y que lo que esté en juego ahora sea ver cuál se impone, no como partido, sino como vector principal. Quizás Tresserras, Graupera o quien sea que teorize la muerte del catalanismo, en el fondo quieren decir que, como aquellos que lo querían refundar, existe una pugna por imponer un catalanismo con otro mínimo común denominador: el derecho a decidir, entendido como votar para resolver el encaje de Catalunya, no necesariamente sobre la independencia, pero sí entendiendo Catalunya como sujeto político, más allá de un concepto de nación, estilo, hecho diferencial. Este sería el valor real del 1-O y el modo de reconciliar un país que, si bien no está fracturado, sí que ha vivido tensiones.

Se verá pronto como muchos ciudadanos que votaron Ciudadanos porque se sintieron ofendidos por el procés, vuelven al catalanismo. Pero esto sólo será posible en la medida de que los independentistas revisen su estrategia para poder hacer aquello de ensanchar la base, no para ganar un referéndum, sino para tener un país cohesionado. Hay que aprender de los errores, como deben aprender los no independentistas y el Estado. La solución, o normalización, de la actual situación política, con presos y exiliados, va para largo y, sólo puede pasar por admitir errores a ambos lados y pedir disculpas a los ofendidos a ambos lados, si es necesario. Hay tiempo, pero la solución pasa por aquí. Y los presos y exiliados no pueden ser obstáculo, sino parte de la solución.

No puede ser que los políticos de Barcelona y los políticos de Madrid no entiendan o no conozcan a su propio país. O a sus propios países. Lo que pasó en octubre debe facilitarlo. Es imprescindible. Lo estamos viendo en la actual campaña de las elecciones españolas. Si tú no conoces o no entiendes a tu país, la reacción de los votantes puede ser imprevisible. Ciudadanos, que es una enmienda a la totalidad del catalanismo, ganó las elecciones en Catalunya, porque unos políticos no entendieron su país. El independentismo sumó mayoría porque unos políticos no entendieron su país. Como Vox se aprovecha de quienes no entienden a su propio país. La abogada Pastora Filigrana explica que la izquierda ha menospreciado la cultura andaluza, el andaluz común, y Vox se apropió de ello. Vox es la reacción al feminismo y la inmigración (y al independentismo), de acuerdo, pero también al olvido del ciudadano común, como ya vimos en Estados Unidos o en el Reino Unido. Rajoy lo sabía y hacía campaña en campos de alcachofas y leía el Marca. Rivera y Casado corren a hacerlo ahora. Sánchez ya sabe que o se dirige a las clases medias o ha muerto. Como el independentismo no ha sido mayoritario hasta que no ha sido un movimiento de clases medias. La realidad no la escriben los medios de comunicación. Los grandes medios y la gente nunca han tenido nada que ver. Si fuera por la opinión publicada, Jordi Pujol, que al final ha demostrado que es quien mejor conocía el país, nunca habría ganado unas elecciones