Aznar dando lecciones de fascismo, menuda paradoja. Él, que se declaraba falangista, el que fuera apasionado seguidor de José Antonio Primo de Rivera, el dictador que clamaba por la dialéctica de los puños y las pistolas. Jose Mari no se corta ni con un cristal, ni se sonroja, cuando señala a presuntos fascistas. Claro que en eso tiene un máster, no como el de Casado. Ni el del títere Albert, el preferido del PSOE. Siempre se puede ir a peor. El bigote de Aznar es el de su abuelo, hijo de la derecha nacionalista vasca, reconvertido a Falange y luego forofo de Franco. Aznar tiene hoy un cachorro a su medida en la jefatura del PP, uno que parece un clon de Rivera, otra especie de ahijado del que fuera presidente del gobierno español. Cayetana, la pija que irrumpe en la lista electoral como paracaidista, también representa fielmente al nuevo PP y su regresión al pasado, de cuando Jose Mari se quejaba amargamente que las calles con nombres dedicadas al caudillo Francisco Franco y a José Antonio "ahora estarán dedicadas a la Constitución". La cohorte de acompañantes de Cayetana (¿no hay un sólo catalán que merezca liderar la lista del PP en Catalunya?) no dudan en hacer el saludo fascista ‘brazo en alto, saludo a Franco’. Luego se quejan de que grupos de extrema izquierda los boicoteen en la Autònoma.

No respetar la libertad de expresión siempre debería ser rechazable. Pero en cambio, hemos visto como al bueno de Joan Tardà le han reventado decenas de actos en el País Valencià, por ejemplo y repetidamente, ahí donde los fascistas siguen campando alegremente y la impunidad de sus agresiones es absoluta. Hace unas semanas, en Vinaròs, las huestes de Ciudadanos boicotearon un acto de ERC, sin tapujos. Luego repartieron ejemplares de la Constitución, esa que rehusaba Aznar y de la que luego se convirtió en máximo intérprete y defensor, acuñando el término ‘patriotismo constitucional’ frente al que sucumbió el PSOE. A monárquico no hay quién gane al PSOE. En València, Guillem Agulló se presentará a las elecciones europeas por ERC, honrando la memoria de su hijo, asesinado por los fascistas del brazo en alto. Jamás nadie del PP o Ciudadanos tuvo palabra amable con él. Jamás nadie ha pedido perdón por ese asesinato a sangre fría. Ni el más mínimo consuelo. Lo asesinaron, en nombre de España, el mismo tipo de fascistas que levantan el brazo al lado de Cayetana, lo mataron a navajazos.

Por primera vez, en Catalunya, una formación independentista, de tradición republicana, hija de la República, puede ganar unas elecciones españolas. Ese es el mejor de los homenajes que tal vez hoy podemos tributar a Guillem Agulló, a su memoria. Una Catalunya que es un dique contra el fascismo como reivindica Gabriel Rufián, una Catalunya en que la hegemonía republicana avanza frente al régimen de la restauración borbónica, ese que con un tupido velo nos exigió que nos tragáramos cualquier deseo de justicia, que dejáramos impunes todos los crímenes del franquismo y que aceptáramos sin rechistar la ley de sucesión franquista en la persona del nieto del último Rey, ahijado de la dictadura de Primo de Rivera. El franquismo repescó a la familia, a la que el PSOE tributa sumisión y obediencia ciega, como ya vimos el 3 de octubre, cuando Felipe VI tomó el liderazgo del ¡a por ellos! Y Pedro Sánchez, obediente a orejas gachas, dispuso que donde manda patrón no manda marinero.